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jueves, 10 de enero de 2013

Derramando Gracia

Recuerdo, Padre Mío, el caminar poderoso de tu cuadrilla avanzando por María Auxiliadora, y glorificando la madrugada del Viernes Santo, con tu barrio poblando la plaza de sus mayores y la esencia talegona mezclando sus aromas con el azahar de los naranjos. Y recuerdo una marcha empapando nuestras entrañas con el deseo irrealizable de sanar tus heridas... ¿Cuántas veces he rememorado aquél instante imposible de repetir?. ¿Cuántas he soñado con tu imaginero, con las manos que tallaron tu figura y me he preguntado en qué lugar de su espíritu habitaba la semilla de la fe que te engendró?. ¿De qué fuente de la otra orilla del océano manaba el agua del altar de sus devociones? ¿Plasmó en Tí el dolor de todo un pueblo que sufría su condena?


Dicen que la Iglesia impuso la fe de mis ancestros en aquellas tierras a sangre y fuego... y mienten a sabiendas del engaño; porque la Iglesia no es un ente abstracto sino algo vivo formado por seres humanos, agentes de bondad y de vileza, imperfectos todos; y es el hombre quien hace la paz y la guerra, y quien siembra de amor y de odio cada rincón del planeta... y fue el hombre quien invocando el nombre de Dios en vano masacró con la espada la libertad de tus hijos... no la Iglesia... el mismo hombre que humilló al pueblo judío hizo lo propio con el que habitaba el nuevo mundo... 

Y la misma especie que masacró la cultura de muchos, luchó por defender a sus semejantes. ¿Cuántos se inmolaron por proteger las razas de la tierra en que brotó la gubia de tu Gracia? ¿Acaso sólo es Iglesia el que trajo destrucción y no quien trajo amor y respeto? ¿Cuántos murieron y siguen muriendo por tu gente en nombre de Dios?

... Y Tú viniste del último Edén, como llegaron tantas maravillas, para convertir un poco más en Cielo este valle de lágrimas a la orilla del Río Grande e inundarla con la eternidad de tu gesto, la fuerza de tus brazos y tu divina Gracia. Bendita sea tu raza, bendita la mano anónima que nos regaló tu presencia y benditos los que dieron su vida por defender tu origen del rencor, la imposición y el holocausto.

De tierras mexicanas
procede tu grandeza,
tu Gracia fue tallada
en una Nación conversa,
sometida y maltratada.

Anónimo el artista,
sus manos te crearon,
siendo el dolor el prisma
por un pueblo masacrado
por el yugo imperialista.

Derramando Gracia,
robaron la riqueza
trayendo mandamientos
que impusieron por la fuerza
arrasó la historia el viento.

Sirva tu gesto, Padre,
no muera en el olvido,
el llanto y las verdades
que son corona de espinos
y cruz de las libertades.

Vendido y sacrificado,
es tu cuerpo Esparraguero,
ofrenda de un hombre olvidado,
y es tu muerte fiel reflejo
de tu pueblo esclavizado.

Guillermo Rodríguez




Se tiene constancia que en 1809 ya existía una “Esclavitud del Santísimo Cristo de Gracia”, por diversos documentos en poder de la Hermandad, por lo que puede pensarse que existió durante todo el siglo XIX. Una fecha de referencia segura es 1905, año en que son aprobados unos nuevos estatutos y desde el cual la Hermandad ha mantenido su actividad ininterrumpidamente hasta el día de hoy.

El Cristo fue realizado por un artista desconocido de raza india en Puebla de los Ángeles (México), por encargo de un cordobés llamado Andrés Lindo, que lo envío a España, donde su hermana Francisca de la Cruz lo donaría a los Padres de Gracia. Los trinitarios descalzos quizás influenciados por su gran devoción por la Virgen de Gracia, le dieron esa advocación. Llama la atención su envergadura superior al natural y los rasgos indígenas de su rostro y su piel. No es una imagen que realizara su autor siguiendo los dictados de cánones artísticos, sino más bien es fruto de una visión propia en la que resalta su origen indígena. La otra singularidad de esa magnífica imagen es que está realizada en cañaheja, una pasta de caña de maíz, en base a una técnica conocida como titsingueri por los indios tarascos del estado de Michoacán en México desde principios del s. XVI.

Él, que tiene predilección por las gentes sencillas del pueblo, ha ido derramando su Gracia y a cambio le han llegado plegarias y más de una vez ese manojo de espárragos, símbolo del trabajo de un día en el campo. De ahí que este Cristo haya sido conocido por el pueblo como el de los Esparragueros y hoy en día, en Córdoba se le conozca como El Esparraguero.

Referencia histórica extraída de http://www.cristodegracia.es/

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