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domingo, 3 de marzo de 2013

Calle de la Amargura

Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por Él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron! Lc 23 27-29

Entonces la vi, en aquella esquina… con su belleza impresionante de mujer luchadora que perdura pese a que su alma esté ajada por el devenir del sufrimiento… con su mirada perdida en el océano del dolor incomprensible de quien le están arrancando a jirones la carne de su carne… Las lágrimas inundan la noche de su mirada mientras siete puñales se clavan en su corazón marchitado. Y cuanto te aproximas a Ella, racheando tus sandalias, se cruza tu mirada con la suya… ni una palabra… no es necesario… cómo expresar con vocabulario humano el dolor inhumano que golpea las entrañas con el mayor de los horrores… sus pupilas en las tuyas… y su llanto de madre rociando la ribera de nuestros sentimientos de amargura y de lamento… de tragedia inconcebible…

  
Tu Madre espera en la esquina,
¡cuánto dolor en su gesto!

Quién pudiera imaginar
la Amargura de una Madre
viendo a un hijo agonizar,
derramando cada gota de su sangre
en su triste caminar.

El llanto embarga su sentido,
buscando en el Cielo un motivo
para la injusta condena...
¿por qué quien dicta el Destino
no ahoga mi Angustia y mi Pena?

Derrumbada en su Agonía,
naufragando en la bahía
del Dolor y del tormento...
no hay refugio pa’ María
que proteja de los vientos.


Guillermo Rodríguez




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