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domingo, 12 de mayo de 2013

Vuelves a Casa, Rocío

Amanece en la marisma. La mañana es diferente y el cielo lo sabe. Las últimas estrellas de la madrugada se aferran al firmamento como queriendo permanecer mirándola navegar por el Camino de los Llanos hasta que el astro rey ocupe su trono en el azul radiante y Ella se pose en el nido de su palomar. Los primeros rayos de sol acarician la ribera del Santuario y la ansiedad se palpa en el ambiente, la tensión se incrementa de manera exponencial como aumenta la claridad de la mañana, casi imperceptiblemente al inicio del alba, e inundándolo todo de repente.

Todo el universo de Doñana es consciente de lo que sucede y descuenta los minutos para verla aparecer por el horizonte de sus anhelos. Han sido nueve lunas, nueve meses eternos en su lejanía, huérfanos de su aroma y carentes de su luz. Nueve lunas de Salves almonteñas glorificando su bendita orilla. Nueve meses de noches de guardia, de niños que entran a saludarla antes de ir a la escuela, de abuelas que se sientan en los bancos para contarle lo dura que es la vida y lo mal que lo está pasando los hijos por no llegar a fin de mes, de señoras que se acercan a rezarle antes de ir a la plaza y que entran de nuevo al volver a casa para contarle lo caro que está todo. Nueve meses de maravillosa cotidianidad, de oleadas de amor verdadero del pueblo del que forma parte la Señora a pesar de las tres leguas de distancia. Nueves meses de preñarse de la fuerza de sus hijos, para seguir siendo rociadora de consuelo para toda la humanidad que peregrina a su paraíso a la orilla de la madre.

En este tiempo, cada noche, los habitantes del coto se reúnen junto a la marisma que nace frente a la espadaña para escuchar a la emisaria que eligieron para volar cada mañana a su casa almonteña, y regresar al crepúsculo con las noticias de cada jornada. Todos preguntan y ella responde complacida, orgullosa de ser cronista de la Reina de los Cielos. "¿Cómo está el Niño?"; "Se pasa todo el día jugando con los demás niños del pueblo cuando los adultos no miran. Él si que parece algo apenado por alejarse de sus amiguitos". "¿Ha ido mucha gente a verla hoy?"; "Oleadas de peregrinos venidos de los cuatro puntos cardinales, y sus vecinos de cada día contándole como siempre sus confidencias, sus sueños y sus preocupaciones". "¿Y Ella, cómo está Ella?"; "Preciosa; ya está vestida de Pastora, con los tirabuzones acariciando su Bendito rostro. Feliz de estar con sus hijos, fortalecida del caudal de cariño recibido, pero al mismo tiempo deseosa de regresar a su hogar y volver a regalarnos su presencia. Preparada para su labor cotidiana de Pastora de Almas".

Pero hoy todo es distinto, especial. A lo lejos se escuchan las escopetas. Ya llega navegando sobre un mar de corazones. Los hombres de la Virgen, en una mezcla de orgullo y de lamento por llevarla lejos de sus casas, avanzan hasta acercarla al arrabal de la Aldea prometida, protegida por el capote de sus ancestros,  con las abuelas almonteñas portando en sus brazos su ajuar. Estalla la “amanecía” con su presencia en Tierra Santa, con Ella que es el verdadero Sol del Rocío, y descubren su maravilloso Rostro para que su mirada vuelva a inundar la marisma. Y Doñana resucita y la felicidad absoluta recupera su sitio en las Rocinas… Ya está en casa la Señora…


Alegría en la marisma,
vuelves a casa Rocío,
que la aldea no es la misma
cuando está lejos tu nido.

Es tu retablo divino
esa joya bendecida
que desde hace medio siglo
tu Grandeza merecía.

La espadaña de la ermita
te reza con sus campanas,
que no hay Reina más bonita
que quien gobierna Doñana.

Un millón de peregrinos
rociará tus orillas,
que en cada vez más cultivos
has sembrado tu semilla.

Te buscaré Marismeña
entre los ríos de gloria
que bañan tierra almonteña,
como hace siglos de historia
te halló la fe manriqueña.


Guillermo Rodríguez




Fuente fotográfica



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