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miércoles, 16 de abril de 2014

Sevilla: Y 1.475 días después… rebrotó el Martes Santo


La última vez que las cofradías del Martes Santo salieron a la calle Bergoglio era un desconocido cardenal bonaerense, en Sevilla gobernaba Monteseirín, las setas seguían en obras y Zapatero todavía se negaba a reconocer la crisis en España. ¡Qué tiempos aquellos, verdad! Ha habido que esperar 1.475 días exactamente, los transcurridos desde un ya lejano 30 de marzo de 2010, para que se rompiera el maleficio y Sevilla volviera a paladear en toda su plenitud un pletórico Martes Santo en el que los paraguas se trocaron por abanicos y los llantos de desconsuelo por sonrisas de ilusión.

El telón de la jornada se descorría en el Cerro del Águila. Nada ni nadie podía robarle ayer al Cerro el Martes Santo de sus bodas de plata como hermandad de penitencia. Tanta es la contagiosa emoción con la que el barrio aguardaba la salida de la cofradía que todo lo que sucedió desde que la Cruz de Guía asomó a las calles, entre grandes muestras de júbilo, parecía mil veces ensayado. Y los balcones lucieron sus mejores galas, y todo el barrio se volvió a echar a la calle en comitiva itinerante hasta el Centro, y de nuevo volvió a sonar el himno de Andalucía, y 26 palomas sobrevolaron el palio de la Virgen de los Dolores, vestida ayer igual que aquel Martes Santo de 1989 cuando bajo un palio huérfano de bordados se acercó por vez primera a la Campana. Llamó la atención la nueva estampa del misterio del Cristo del Desamparo y Abandono tras el enriquecimiento del canasto con molduras de plata, una apuesta artística arriesgada que parece sujeta todavía a un reajuste final.


Veintincinco años se cumplían también ayer de aquel Martes Santo en el que Los Javieres procesionó sin su Crucificado, víctima de un ataque sacrílego por unos asaltantes que accedieron a robar en Omnium Sanctorum. El Cristo de las Almas procesionó ayer por vez primera sobre un monte de lirios morados. Al fin Maruja Vilches, la hermana mayor, pudo portar la vara dorada de su hermandad en la calle. Bello el exorno floral del palio de Gracia y Amparo, con rosas champán dispuestas en ramos cónicos. Situación Kafkiana la vivida por el cortejo cuando, en su regreso al templo, un pivote que no fue bajado a tiempo retardó su tránsito por la estrechez de la calle Santa Ángela de la Cruz. Otro grave error que añadir a la cuenta del Cecop.

De la Puerta de Carmona provino el estreno patrimonial de la jornada. La Virgen de los Desamparados de San Esteban lució el manto bordado en oro sobre terciopelo azul que ha sido elaborado calladamente durante los últimos cinco años por un grupo de 25 hermanas y devotas bajo la dirección de José Luis Gómez Marmol. Puntadas amateurs para un manto que, sin enjuiciar su resultado artístico, constituye toda una ofrenda de cariño y devoción a la titular de la Puerta de Carmona. Nada menos que 1.200 nazarenos puso ayer en la calle la cofradía de San Esteban, con cera tiniebla por vez primera en el cortejo del Señor, un paso cuyo canasto, con 127 años de historia a sus espaldas, se encuentra en pleno proceso de restauración. Grandes aglomeraciones de público convirtieron el entorno de la Alfalfa en un punto negro al regreso de esta cofradía a su templo.

Desde el Rectorado de la Universidad 1.600 enlutados nazarenos acompañaron ayer al Cristo de la Buena Muerte y a la Virgen de la Angustia. Precedido de una deliciosa bulla de monaguillos, el Crucificado de la Universidad, escoltado por cuatro hachones de cera de color tiniebla, hundía su dulce muerte en un monte de oscuros lirios cuya tonalidad parecía entresacada de sus faldones. El rector de la Hispalense, Antonio Ramírez de Arellano, presidió el paso de Cristo, cuyo canasto lucía ayer más caoba que nunca gracias a la restauración de los Hermanos Caballero. Unas preciosas rosas color champán remataban ayer el exorno del armonioso conjunto del palio de la Virgen de la Universidad.

Qué ganas había en la Calzá de disfrutar de nuevo de la escenografía del misterio de la Presentación al Pueblo, de oír la voz de Carlos Morán, de recrearse en los detalles de una las escenas pasionistas más teatrales creadas por el genial Castillo Lastrucci. El Señor de la Presentación lució ayer la más antigua de sus túnicas, de un burdeos intenso, obra de Rafael Peris en 1935. Nadie recordaba el misterio de la Presentación al Pueblo con otro exorno que no fuera el clavel. Ayer la hermandad apostó por la innovación floral en el pretorio de Pilatos. Hasta once tipos de flores distintas exornaban la escena. Una flor con apariencia de cardos, erigium, salpicaba el monte de claveles del Crucificado de la Sangre. La cofradía se regodeó en exceso en la Campana, lo que incrementó el retraso de la jornada.

En San Nicolás volvieron las levantás al cielo para el Señor de la Salud, alfombrado su paso por un monte de lirios. El nuevo presidente del Cabildo Insular de Tenerife, Carlos Alonso, figuró en la presidencia del paso de palio, que discurrió por la Campana con Coronación, de Marvizón, en un bello guiño a los 25 años del Cerro.

En la última Semana Santa del comisionado en el Dulce Nombre, la cofradía pone en la calle 850 nazarenos. El día anda metido en 20 minutos de retraso cuando la corporación de San Lorenzo pide la venia. Túnica burdeos de Victoria Caro para Jesús ante Anás y la saya del gato para la Virgen del Dulce Nombre, una pieza de su ajuar de Viuda de Olmo que no lucía desde 1971.

A la tercera fue la vencida. Tres años después de proyectarlo, la decana del día pudo reencontrarse al fin con su histórico itinerario de ida a la Campana por el eje Placentines, Francos y Cuna para llegar a la Campana desde el Duque, un recorrido que hizo por última vez en 1967 y que ayer deparó estampas bellísimas del cortejo de enlutados nazarenos por una plaza de la Virgen de los Reyes, donde la dolorosa de Santa Cruz llegó a coincidir con el Cristo de los Estudiantes. Desde Alemanes a Chapineros, la cofradía discurrió detrás de San Esteban y delante de San Benito, que a esa hora discurría rota por Francos. La dolorosa de Eslava estrenó ayer una saya burdeos, bordada por Gisela Delgado con diseño inspirado en la traza del techo de palio, que encajaba a la perfección en el conjunto. Al salir de la Catedral, la cofradía no renunció a su clásico recorrido por la Alcazaba. ¿Se puede pedir más belleza a un recorrido?

La sorpresa. Tanta es la debilidad que siente el cardenal de Sevilla por esa otra Semana Santa, tan auténtica, que se vive en los barrios que su primera aparición pública en la Semana Mayor, tras su relevo al frente de la diócesis sevillana en noviembre de 2009, la reservó ayer para su querida cofradía del Cerro. El arzobispo emérito de Sevilla pudo ayer descubrir qué siente el Cerro del Águila cuando su cofradía transcurre por las calles del barrio, una experiencia vedada hasta ahora para él al coincidir con la Misa Crismal. Carlos Amigo, posiblemente la persona que apostó más decididamente por que El Cerro ingresase en la nómina de la Semana Santa, que la recibió hace 25 años en el palquillo de la Campana y que coronó a la Patrona del barrio, aceptó la invitación de la hermandad para presidir la salida de la cofradía. Y se dio un baño de multitudes.  










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