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domingo, 29 de junio de 2014

Candelabro de cola: El Jardín de las delicias


El lienzo que vengo contemplando durante… no sé ya cuánto tiempo… es tremendamente confuso. En el cartel que los responsables del museo se han esmerado en colocar escrupulosamente en las marcas aún visibles en la pared se puede leer: “El Jardín de las Delicias. Autor: Anónimo S. XXI”. Intentaré describírselo a todos ustedes de la manera más fidedigna posible.


La pintura se compone de varias escenas repartidas entre tierra y cielo. Observamos, en una panorámica general, un hermoso valle en cuyo centro se distingue un lago. En claro avance hacia el mismo, se distinguen varias figuras blancas (diría que son doce) que acuden a calmar su sed. Son unas pocas ovejas de un inmenso rebaño que se ha disgregado por el idílico paisaje representado por la brillante paleta de colores del pintor. Junto a un manzano, ubicado a la izquierda del lago según la perspectiva del espectador, un macho cabrío ha conseguido atraer a buena parte del rebaño hacia él. La siniestra figura del cornudo animal aparece imponente subida al borde de una piedra, que parece utilizar a modo de púlpito para dirigirse a las ovejas. Las mismas lo observan embelesadas mientras algunas otras yacen dormidas plácidamente. Unas y otras ignoran que, escondidos tras el manzano, hay varios lobos que parecen dispuestos a darse un festín a costa de ellas. Por un sendero oscuro y perdido que parece no llevar a ninguna parte camina una grey a cuyo frente hay una oveja negra iracunda. En su avance parecen estar buscando algo o a alguien, no podemos saberlo. La oveja negra que lidera la marcha no es, a todas luces, un animal de fiar y, más tarde o más temprano, abandonará al resto en pos de su interés personal. Escondida junto a unas zarzas en la parte inferior del cuadro se puede ver a una oveja apestada, apartada del resto. Pero eso sí: está rodeada de tesoros y monedas de oro. Quizá algo malo haya hecho para estar oculta y desterrada y quizá, quién sabe, sea a ella a quien busca la oveja negra.

En el ángulo superior derecho del valle se libra una brutal pelea entre otro grupo de ganado. Una oveja gorda está engullendo, junto a un charco de sangre, a dos crías recién nacidas. Sonríe la misma ante la mirada del observador… ¡como regodeándose la muy crápula!  Justo bajo la escena anterior se ubica un redil. Al frente de este un pastor viejo y cansado divisa el valle sentado en el suelo. Ha observado cómo sus ovejas se han disgregado y cómo todas ellas están abandonadas e incluso muchas de ellas corren enormes peligros. Mas no por ello parece estar inquieto. Posiblemente el pastor tema más por su propia integridad y por ello prefiere sacrificar a sus ovejas. Mientras tanto, otro pastor esquila ovejas junto a otro, feo y desdentado, que muestra al primero un saco enorme de monedas que ha logrado vendiendo la lana de las mismas. Próximo al redil, un individuo aparece por la parte inferior al mismo guiando su propio rebaño. El mismo parece pedir a los dueños de los establos cobijo ante la tempestad que parece va a caer de manera inminente, pues señala a las nubes negras que ve en el cielo. Los dueños, por su parte, le invitan a seguir caminando por el valle, negándole asilo a él y a sus ovejas. Dirigimos ahora la mirada al cielo. En la parte central, un rayo de luz surge desde un triángulo blanco y llega hasta el valle dando luz al lago y a sus inmediaciones. El triángulo está circundado por dos ángeles en movimiento hacia los laterales. El que marcha hacia la izquierda, hacia un cielo azul, mira al espectador sonriente mientras con su mano derecha muestra el centro del valle, la de las aguas calmas del lago: la única realidad que, a su entender, existe. En su mano izquierda, porta un pequeño banderín en plata con las letras griegas alfa, beta y kapa.

En la otra parte del cielo, el otro ángel abre sus brazos hacia todo el valle en un ademán de mostrar al triángulo, hacia el que dirige desesperado su bella faz, todos los males que acechan a su rebaño mientras los pastores terrenales viven preocupados únicamente por su integridad y por dar culto al dinero. Las nubes negras ubicadas a su derecha prometen traer un verdadero temporal que descargará, si nadie lo remedia, por si fuera poco, sobre este valle que les acabo de esbozar. ¿Habrá salvación posible para el mismo?


Marcos Fernán Caballero


PD: ¡Muchísimas felicidades, Natividad! ¡Gracias por todos estos años junto a ti!






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