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jueves, 17 de julio de 2014

Diez fotografías que han hecho historia

Una de las primeras fotos al Gran Poder, en el XIX



Una foto es un instante congelado en el tiempo. Una décima de segundo engarzada en la eternidad. En la Semana Santa hay fotografías que pertenecen ya al patrimonio común. Imágenes que por hermosas y por difundidas podrían componer la mejor colección para la sala de un museo. Sánchez del Pando, los Serrano, Gelán, Fernand, Garduño, Haretón, y recientemente los Ruesga, los Comas, Rechi, Rengel, han sido entre otros esos pintores de cámara que han retratado a las Imágenes como Velázquez pintaba a los Reyes. Escogemos diez de la colección de la galería de las lágrimas. Porque será difícil que el lector no moje sus ojos al contemplar, en alguna de ellas, un fragmento de su vida, de su historia.

1. Eterna juventud

¿En cuántas carteras no habrá estado esta fotografía? ¿En cuántas mesitas de noche? ¿En cuántos frentes de batalla cuando la guerra? ¿En cuántos bolsos de viudas calladas? ¿Cuántas cabeceras habrá custodiado? ¿Cuántos besos, cuantas cunitas? Fue una de las primeras que le hicieron al Gran Poder a finales del XIX. Parece que va de blanco, pero la túnica era una de raso, de color morado pálido, ya muy desgastada. Las potencias son las biseladas sin las letras. Este era, es, el Gran Poder cuando era joven. Igual de fuerte, igual de grande, igual de tierno.

2. No tenía ni 18 

La Macarena según Serrano

Qué ojos más grandes tiene la Esperanza en esta foto de Serrano. Como las mujeres coquetas, se colocó de perfil, para mostrar la comisura de la sonrisa. Y se puso lo mejor que tenía. La corona de Joyería Reyes, la toca de rombos, el manto de Juan Manuel, el puñal, las mariquillas de José. ¿Cuándo fue? Pues entre hace un siglo, 1913 y antes del 29. ¿La vistió aquí Rodríguez Ojeda? Eso parecía hasta ahora, pero Andrés Luque, nos ha puesto en la duda. Juan Manuel no tapaba sus mantos con las tocas ni le ponía anillos a la Virgen. Entonces dicen que tuvo que ser Gamero que un día en San Gil compuso la mejor Macarena de la historia.

3. El gozo de los alfareros 

La Esperanza de Triana de los azulejos / SERRANO

Se la hicieron en San Jacinto antes de la guerra, antes de que la escondieran en la tienda de la calle Rodrigo de Triana. También fue Serrano. Está seria. Parecía presentir la tragedia que se avecinaba. Pero posó para que los alfareros cocieran su imagen en los hornos de Antillano Campos y se hiciera cerámica para extender la Esperanza por Triana, por los puestos del mercado de la calle San Jorge y por el mundo entero. Esta es la Esperanza de los azulejos. Con la corona de Medina, con el velo de novia de Carmelita la de Cantero, con la toca de volantes, y con la mirada más bella del Universo. Hay pocas fotos que, como esta, siguen oliendo a dama de noche.

4. Cachorro del Universo 

El Cachorro por el Puente / LUIS ARENAS

Iba a morir el Cachorro por los años 40 y allí estaba Luis Arenas para retratarlo. Colocó la cámara en el muelle y sobre los ojos del puente captó un Gólgota de claroscuros en el que se desarrolla toda la crudeza del drama. El Cachorro de Dios con las espinas y las potencias avanza hacia la muerte sobre los claveles de tallos largos que le ponían al paso de Castillo Lastrucci. La corriente del río aún estaba viva. Olas grises de amargura para mecer la barca de los chavales. Y en el cielo, Tiziano o Caravaggio pintando las tempestades del Viernes Santo. Esta foto no estaba en las carteras ni en los cabeceros de las camas. La tenía Dios en su mesita para llorar viendo morir a su niño.

5. La primera mantilla 

La Virgen de las Angustias / HARETÓN 

La foto tiene unos 60 años. La marquesa de Peñablanca le acababa de regalar la mantilla. «Ya no se la presto más, ahora es suya». Una noche, Ezpeleta, que era un chaval, estaba vistiéndola. En la capilla de San Román que aún olía a pintura, Manolo Moreno, Joselito Lérida y el hermano de Gitanillo de Triana. Habían llamado a Haretón para que le hiciera una foto porque la Virgen tenía muy poquitas. Una sábana al fondo, los focos antiguos y su hermosura morena. Antes de ponerle un manto, todos se quedaron embelesados de esa belleza limpia de las faraonas: «así, así, dijo Haretón». De tanto decirle guapa, las Angustias se echó para adelante los encajes de la mantilla como su fuera a salir a ver sagrarios en la tarde de un Jueves Santo. Era una imagen muy atrevida. La primera de una Virgen con la mantilla. Para ver si el cardenal Segura la aprobaba el fotógrafo le regaló una, y le gustó. El tiempo se ha encargado de darle a esta belleza gitana olores de canela y clavo.

6. Holocausto 

La Amargura escondida en un cajón, en 1936

Todavía tiene el miedo en el rostro. Después de un tiempo sin sonar los disparos, oculta y oscura en aquel almacén a la vera del río, también a escondidas, La Amargura regresó a su barrio, a su casa de donde la tuvieron que sacar antes de que acabaran con Ella. Revivió el terror que le recorrió el cuerpo y el alma cuando tuvo que marcharse a Egipto para que Herodes no pasara a cuchillo a su Pequeño. Aún le falta el aire cuando recuerda cómo fue. O como salió de San Juan de la Palma. Con lo puesto. Un pañuelo en la cabeza. Ya está en casa pero no para de llorar. Por lo que ha pasado o por lo que pasará. Esta Amargura de Auschwitz, de Trebilnka, de Sabra, de Chatila, de los estadios de Buenos Aires o Santiago de Chile, de Haití o de Etiopía llora porque está condenada a que la historia se repita.

7. Soneto desde el aire 

El Calvario, en el cartel de la Semana Santa / HARETÓN 

A veces un fotógrafo es un pintor que sustituye la paleta de colores por la Minolta, la Kodak o la Yashica. Arrancaban los 60. Hacía diez años que Eugenio Salvador Dalí había plasmado sobre un lienzo su visión del Cristo de San Juan de la Cruz, esa perspectiva imposible que dibujó siglos atrás el místico que se vino a Jaén a morir. Haretón no era Dalí. Ni Dalí Haretón. Con el Cristo en horizontal, el artista de la fotografía buscó crear una perspectiva cenital del Calvario. Sin que existiera Photoshop, compuso este montaje que sirvió como cartel para la Semana Santa de 1962. Ya no era el Cristo de San Juan de la Cruz, ni el de Dalí. Acababa de nacer el Cristo de Haretón. Un soneto en blanco y negro para la noche oscura de Jesús en el Calvario.

8. Reina de los Reyes 

El Rey Alfonso XIII presidiendo Las Cigarreras

Un día Antonio Burgos escribió que en este paso de palio de la Virgen de la Victoria había más majestad que en todo el Palacio de Oriente. Y era cierto. Tanta había, tanta hay, que hasta los monarcas se paran ante el, porque para un Rey de España estar con la Virgen de la Victoria es como estar en casa. Llega Alfonso XIII a Sevilla en 1930 y el Jueves Santo coge la vara en la Avenida y se pone delante de la Virgen Cigarrera. La International Newsreel Photo de América capta el instante. Alfonso XII ríe. La Virgen llora. Un año después llorarían los dos. Pero en el tiempo, y ante de que llegaran las tristezas queda atrapado en el tiempo este instante. De cómo un rey alcanza su Victoria sin tener que ir a la guerra. Cosas que solo pasan en Sevilla.

9. Una y diferente


El encuentro de las Esperanzas en 1995 / GABRIEL POU

En la Madrugada de 1995 la Esperanza quiso asomarse a un espejo. Eran las claras del día después dela lluvia. La hora a la que a una le salen las ojeras y a otra le salen los jazmines en el pecho. Derecha alante, izquierda atrás. Y la cámara de Gabriel Pou para captar el instante y sacarlo el domingo en la portada del ABC. La Virgen se asoma a su espejo para contemplar el milagro de cómo se eleva al cuadrado la Esperanza. El oro frente a la plata, la esmeraldas frente al diamante, claveles frente a rosas, el sueño de Joselito frente al sueño de Paquirri, Juan Manuel frente a Borrero, Garduño frente a Fernando, Sevilla frente a Triana. Fue en esta Madrugada cuando se sembró la semilla que brotó cuando Barbeito: “para los mismos ojos, cuánto llanto, y cuánto, cuánto, cuánto perfil santo, para mirarte Una y diferente”.

10. La dama del alba 

La Estrella tras la restauración / EUGENIO FERNÁNDEZ


Llegó casi al amanecer al sanatorio cercano a los antiguos hornos, donde se cocía la loza de los alfareros que tanto le rezaron. Se fue desde Triana como una Divina Cartuja, cubierta con una capucha blanca para que el salitre que viene por el río dañara el nácar de sus penas. La dejaron sola en una sala de cortinas de amianto, blanca, fría, gris. Al rato llegó Eugenio Fernández que le encendió unos focos para admirar el rostro de alabastro con el que soñaban los cargadores de barcos, los navegantes y los valientes que se embarcaban al Nuevo Mundo. Una, diez, veinte, treinta, cincuenta, cien disparos con su cámara hasta que la Estrella suspiró. Y apareció la foto. La Estrella de los nardos, con túnica blanca, como aquel papa de Roma que al tomar la estampa en sus manos solo atinó a musitar: «Bela, Belisima Madonna». Un Papa que sabe latín.

Escrito por Francisco J. López de Paz Pasión en Sevilla
Fuente Fotográfica



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