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jueves, 24 de julio de 2014

El Suspiro del Ángel: Ponme un whatsapp


Suspira el Ángel entretenido como si de un Domingo de Cuaresma se tratara. El verano es mejor todavía. El aburrimiento y el calor sacan las actitudes más descabelladas de los cofrades como si la falta de incienso les provocara síndrome de abstinencia.

Suenan los avisos del whatsapp peor que cualquier suspiro de querubín. Y en la hora de la siesta el Ángel los escruta pensando que, si con este calor, no sería mejor bañarse en la piscina que andar con mensajes. Mientras fulano cuenta a mengano que citano piensa dejar de acariciar un llamador para beberse los vientos por otro. Al final el que se bebe los vientos, que es el último en enterarse como un marido traicionado, se toma a broma el despropósito y el Ángel no sabe si sabrá que aunque el whatsapp no es una prueba calificatoria el rumor siempre deja un poso malintencionado.

El Ángel suelta una carcajada cuando comprueba que le han impugnado su chat. Han debido hacer cabildo en las nubes se dice. Y, aunque ríe, no le sorprendería que, si hubiera elecciones celestes, se presentara a votar alguno que vive en los infiernos y no está empadronado en el cielo. Las cosas de la tierra se elevan pronto a las alturas.

Otro mensaje le llega antes de echarse la siesta. Alguien quiere cambiar el sonido de los metales y el estilo del uniforme, aunque primero habrán de negociarlo cerca del mar y atar un océano de flecos. Aunque aun estemos en el mes que le da nombre no será con él con quien negocien esta vez, que ya de la primera salieron escaldados.

Joaquín de Sierra i Fabra











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