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lunes, 14 de julio de 2014

Memoria Histórica: La Historia de "La Valiente"


Muchos recuerdan la Semana Santa de 1932, fecha desventurada en la que el ambiente envenenado no era nada propicio para la magna manifestación de las procesiones sevillanas. Pasó el Domingo de Ramos, sombrío y helado, bajo la amenaza vociferante de la exaltación atea.

Pero llegó el Jueves Santo, y la Hermandad de la Estrella decidió salir a la calle. A su estación de penitencia acudió Sevilla entera, uniéndose en el testimonio viril de la Hermandad de temple y valor a raja tabla.

Durante el camino no falta el atentado sacrílego. En las puertas mismas de la catedral un forajido, que no era sevillano, hizo a la sagrada imagen dos disparos de pistola, que, gracias a Dios, ni le rozaron. La fuerza pública hubo de proteger al desdichado.

El regreso de la Cofradía hasta el templo trianero de San Jacinto fue una apoteosis de fervor. Miles de sevillanos acompañaron a los hermanos, desagraviando a la Virgen de la Estrella en una pletórica demostración de sentimiento religioso. Cuando en 1957 se cumplió el veinticinco aniversario de aquella salida procesional, todas las Hermandades sevillanas rindieron en San Jacinto un justo y cálido homenaje a la que el pueblo llamó "la Virgen Valiente".

Tan proverbial se hizo la actitud decidida de los cofrades de la Estrella que, cuando el Domingo de Ramos de 1956 la lluvia torrencial anegaba las calles todas de Sevilla, el pueblo decía: "Si acaso sale alguna, será la Estrella". Y en efecto: la Hermandad de la Estrella salió. No el Domingo, pero sí el Martes Santo, solitaria bajo un diluvio inclemente, que puso a prueba el ímpetu y el fervor de los hermanos.

Cuatrocientos años cumple la Hermandad. Cuatro siglos de devoción a la imagen bellísima, Estrella de la Mañana, guía y norte de los trianeros y gala de la imaginería religiosa; hispalense. Hermandad con fundamento gremial, como las mejores, que ha dado constante ejemplo de callada virtud, de serena v clara religiosidad y de firme decisión —que le vendrá de remoto origen marinero— de luchar a cuerpo limpio contra toda clase de tempestades.

Texto recogido en la Revista "Estrella" (1966)












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