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domingo, 10 de agosto de 2014

El Rincón de la Memoria: Pasó la devoción... pero quedaron las imágenes


La extinción de numerosas hermandades provocó el olvido de las imágenes que representaron el referente devocional de aquellos años. Sin embargo, hoy en día muchas de estas tallas continúan recibiendo culto, aunque casi nadie se percate de su verdadera historia.


La ciudad vivía tiempos difíciles. Sevilla, tras la crisis profunda del XVII pierde su protagonismo económico; los siglos XVIII y XIX estuvieron marcados por el retraimiento político y económico de la ciudad, lo que provocó daños irreparables en el seno de muchas hermandades gremiales, que estaban sustentadas en la actividad comercial de sus integrantes. Otra circunstancia que se dio a lo largo de este periodo fueron las medidas institucionales que la Iglesia y el Gobierno implantaron para regular su funcionamiento –tal es el caso de las fusiones entre hermandades o las reformas de reglas obligadas-. En muchos casos, la situación se solucionaba mediante la aportación de un benefactor.

Sin embargo, no todas corrieron la misma suerte y desembocaron en una crisis que obligaba a la venta de enseres y a su extinción. Años después, en algunos casos, eran revitalizadas; en otros, el olvido se apoderó de ellas y desaparecieron de la memoria histórica de la ciudad. Una ciudad que es traicionera con su historia. Actualmente, las cofradías extinguidas se ven sometidas a una omisión que converge en el desconocimiento de la riqueza artística y cultural de estas corporaciones. Pero su raíz principal no ha muerto, sigue viva diseminada en muchos retablos de iglesias sevillanas. Otras, incluso, son actualmente titulares de hermandades y siguen siendo el referente de las devociones de muchos cofrades.



El Lavatorio

Fundada en la parroquia de San Esteban hacia 1598, se traslada al año siguiente a Santa María la Blanca. Esta hermandad poseía tres imágenes titulares de reconocido valor artístico, bajo las advocaciones del Sagrado Lavatorio de Nuestro Señor Jesucristo, Santo Cristo del Mandato y Madre de Dios del Pópulo, que iban representadas en tres pasos la tarde del Viernes Santo. Sólo las dos últimas siguen conservadas en la capilla sacramental de Santa María la Blanca, cobijadas en un retablo junto con una talla de San Juan Evangelista.

El primero de los pasos representaba el pasaje bíblico del Lavatorio de Jesucristo a los apóstoles en la última cena. El segundo, el crucificado del Mandato y, en el tercero, bajo palio, la Virgen del Pópulo.

Fueron pocos los años en los que esta cofradía haría estación de penitencia. La crisis que sufrió tuvo lugar a partir de mediados del XVII, dejando de procesionar desde 1662. Sin embargo, a iniciativa del canónigo Justino de Neve Chaves, se fusiona con la hermandad sacramental en 1672. La unión de estas dos corporaciones trajo consigo que el culto sacramental prevaleciera sobre el penitencial, a pesar de que las reglas especificaban que la fusión no haría perder el derecho a hacer estación de penitencia a la Catedral.

Curiosamente, la Hermandad del Lavatorio no está extinguida en la actualidad, sino inactiva, ya que el culto sacramental siguió desarrollándose hasta bien entrado el siglo XX, por lo que aún no han pasado los cien años necesarios según el Código Canónico que regula las asociaciones religiosas.

En cuanto a las tallas, el Cristo del Mandato es obra del imaginero Diego García de Santa Ana, fechada en 1599, el mismo año que la hermandad se trasladó a Santa María la Blanca, y que está realizado en pasta policromada. Cuando fue terminado, un viajero solicitó llevárselo hacia América, por lo que el autor tuvo que repetir la obra encargada por la hermandad el mismo año de su fundación, entregándola un año después. Según los historiadores, esta obra recuerda mucho al Cristo de la Expiración del Museo. Por otra parte, la advocación del Mandato viene dada por el mandato que dio Jesucristo a sus discípulos de “amaos los unos a los otros como yo os he amado”, y que Él cumplió al ser crucificado.

La talla de la Virgen del Pópulo es obra anónima atribuida a Pedro Nieto hacia 1640, de candelero para vestir, realizada en pasta el rostro y en madera las manos. La advocación del Pópulo, viene de los agustinos descalzos, que consagraron su convento en el Arenal, dedicado a esta devoción mariana y de ahí el posterior nombre de cárcel del Pópulo.

La talla de San Juan hay quien piensa que puede ser la antigua imagen del Señor del Lavatorio transformado, ya que mira hacia arriba estando en actitud de conversar con los apóstoles mientras se encontraba arrodillado lavando los pies. Sin embargo, esta teoría queda descartada por documentos que indican que la hermandad había pagado “113 reales por la cabeza, manos y vestiduras de San Juan”.



El Buen Viaje

Esta cofradía trianera fue fundada en 1596 por maestres, señores de las naos y pasajeros a Indias, radicaba en Santa Ana, donde aún se conservan el Santísimo Cristo del Socorro y la Virgen del Buen Viaje. La estación de penitencia se efectuaba la noche del Miércoles Santo.

El decaimiento de esta cofradía tuvo lugar tras la fusión con la hermandad de la Tentación de Cristo en el desierto y Nuestra Señora de los Peligros, que causó serios problemas en la corporación y acabó extinguiéndose a principios del XVIII.

La obra del crucificado se atribuye a Andrés de Ocampo hacia 1620, dada sus semejanzas con el Cristo de la Fundación de Los Negritos, y se encuentra en la cabecera de la nave de la epístola, sobre la puerta que conduce a la sacristía.

La Virgen del Buen Viaje es una talla de candelero, anónima y fechada en la primera mitad del XVII, que procesionaba bajo palio. Esta imagen se encuentra a ras de suelo en la capilla del bautismo de Santa Ana. Las advocaciones, tanto del Cristo como de la Virgen, son alusivas a los mareantes, que imploraban socorro y buen viaje para sus travesías, al igual que sucedía en San Esteban, con el Señor de la Salud y Buen Viaje a quien le rezaban los viajeros que salían por la Puerta de Carmona.


Despedimiento y Virtudes

Esta hermandad fue fundada en 1565 y durante toda su historia sufrió numerosos traslados a otras sedes, al igual que sus imágenes, que han pasado de una punta a otra de la ciudad. Del Convento de San Agustín pasó a San Isidoro, donde se fusionó la originaria de las Virtudes con la del Despedimiento, haciendo estación de penitencia la tarde del Miércoles Santo. Se incorporó el misterio con la iconografía del Despedimiento de Jesucristo de su Santísima Madre, que estaba formado por el Señor, la Virgen, los apóstoles y las tres marías, situadas de la misma forma que el misterio del Duelo. Ruíz Gijón talló las andas de este misterio.

La pérdida del impuesto del pescado en 1818, gremio de la hermandad del Despedimiento, originó una grave crisis económica, a pesar de la unión con la hermandad del Dulce Nombre de María, que acabó por hacerla desaparecer.

Además del misterio del Despedimiento –ya perdido-, procesionaba el crucificado de las Virtudes y, tras la fusión con la hermandad del Dulce Nombre, una preciosa dolorosa.

El crucificado es una imagen anónima de finales del XVI, que desde 2001 se encuentra en la parroquia del Buen Pastor del barrio de Padre Pío, siendo trasladado desde la parroquia de San Gonzalo, donde llegó en 1974.

Por su parte, la Virgen del Dulce Nombre es obra de Juan de Astorga y hoy en día es la titular de la Hermandad de los Estudiantes, bajo la advocación de la Angustia, a pesar de que estuvo a punto de ser la titular de la Hermandad de San Gonzalo antes de que la Hermandad encargara a Lafarque la hechura de la imagen que se incendió años después.



Antigua, Siete Dolores y Compasión 

De todas las hermandades extinguidas, es probable que sea la más conocida. Esta señera hermandad se fundó a finales del XVI y gozó de gran popularidad, además de estar muy vinculada a la nobleza.

Desde su capilla del convento de San Pablo (actualmente de Montserrat), hacía estación de penitencia el Jueves Santo a la Catedral, donde realizaba una ofrenda de cera a la Virgen de la Antigua del templo metropolitano. Contaba con dos pasos: en el primero, un nazareno de talla académica bajo la advocación de Jesús Nazareno y en el segundo una dolorosa de talla completa arrodillada e iba bajo palio, con el nombre de Antigua, Siete Dolores y Compasión. A finales del siglo XVIII, la paupérrima situación económica obligó a los hermanos a vender todos los enseres, como el palio, que fue a parar a la hermandad del Valle y sigue conservándose. La crisis acabó por hacer desaparecer la corporación y las imágenes quedaron situadas en la parroquia de la Magdalena.

El nazareno es actualmente titular de la hermandad de la Candelaria, documentado a principios del XVII con atribuciones a Roldán y Ocampo, siendo trasladado en 1880 a San Nicolás por mediación del párroco que solicitó una imagen que ocupara el vacío devocional que dejó el Señor de la Salud de los Gitanos.

La Virgen, por su parte, durante la Semana Santa de 1920 y 1921 se situó a los pies del crucificado de las Misericordias de Santa Cruz, aunque en la reciente reposición de Stabat Mater la hermandad decidió incorporar otra imagen. A día de hoy, continúa recibiendo culto en un retablo de un lateral de la parroquia de la Magdalena, enfrente de la Virgen de la Amparo, donde se ve sometida al olvido de un pueblo que, en su día, la tuvo como una de sus principales referentes devocionales.




Ecce Homo y Virgen del Camino

Esta hermandad trianera está repleta de leyendas e intrahistorias dado el vacío histórico que la rodea. Se sabe que fue fundada en el hospital de los Santos Mártires de Triana, actualmente en la calle Pagés del Corro, allá por principios del XVI. La estación de penitencia a la parroquia de Santa Ana la realizaba el Jueves Santo con dos pasos.


La extinción de la hermandad estuvo causada por la crisis que vivió el comercio a comienzos del XVIII. Cuando esto sucedió, las imágenes se trasladaron a la iglesia de los Remedios, donde, en 1868, fueron trasladadas de nuevo a Santa Ana. De allí, la Virgen del Camino fue a parar a San Nicolás, coincidiendo con el traslado del Nazareno de la Antigua.


Por su parte, la imagen del Señor del Ecce Homo no se sabe exactamente donde acabó. Cuenta la leyenda que esta cofradía se fusionó con El Calvario, que estaba radicada en San Ildefonso.



Por este motivo, hay quienes piensan que la imagen del Ecce Homo se trasladó a esta iglesia y, de allí, a San Esteban, siendo la imagen actual de la corporación del Martes Santo bajo la advocación de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Buen Viaje.


La Virgen del Camino es una talla de principios del XVIII de candelero arrodillada, siendo desconocida su autoría. Según algunos historiadores, esta imagen tiene rasgos semejantes a la Virgen de la Amargura. Actualmente se encuentra situada en el retablo de la nave del Evangelio de San Nicolás, el mismo sitio donde estuvieron situadas las imágenes de la cofradía de Los Gitanos, y donde probablemente compartió retablo con el actual Señor de la Salud de la Candelaria.

Todas estas imágenes forman parte de nuestro pasado, de parte de la cultura del pueblo sevillano que, a pesar del olvido al que han sido sometidas, siguen ahí, vivas, esperando que alguien reactive la devoción que antaño tuvieron. La reactivación de la memoria histórica también es necesaria en el ámbito de las hermandades y cofradías.










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