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lunes, 10 de noviembre de 2014

La Chicotá de Nandel: El azúcar y la sal


Los médicos no se ponen de acuerdo. Solemos abusar tanto de la sal como del azúcar. ¿Es peor abusar de una, o de la otra? En la Semana Santa, cuando vemos escritos como este de opinión sobre hermandades, sobre actos, sobre una Imagen Sagrada u otra, podemos observar claramente el toquecito de sal, nuestro toquecito de azúcar.


Todos tenemos amistad, o al menos más amistad o apego con la persona que luce el cargo de Hermano Mayor, amigos en Junta de Gobierno, que quizá nos hacen ver las cosas de una forma o de otra.

Es un ataque cuando abusamos claramente del azúcar el que recibimos. Últimamente, recibo más por mi azúcar que por mi sal. ¿Saben dónde he creído siempre que estaba el control del abuso del azúcar o la sal? En el que lee. Si, créanme.

Yo puedo hablar de mis hermandades del alma, en temporadas, incluso he llegado a vaciar las salinas del parque natural de la bahía gaditana. Bien, pues cuando llegó el torrente de azúcar, hubo gente que no supieron leer. No puede haber azúcar o sal en un punto, un punto y coma, y algunos hasta ahí vieron toneladas de ironía, o de crítica, ¡en un punto! ¡en una coma! En fin.

He pasado una semana convulsa. Quedan prácticamente unas seis “chicotás” de este que les habla, para que estemos ya liados con los polvorones y el anís. Cuando escribo no abuso de lo segundo, por favor, para leerme, que el lector tampoco haga práctica o uso de este líquido elemento.

He llevado mis bolsillos siempre llenos de azúcar y de sal. No soy de caminar ni vivir con las manos metidas en ambos bolsillos, ni a traición lanzo un puñado a los ojos a nadie, ni de azúcar, ni de sal. Pero la vida tiene estos ingredientes. Todos nos equivocamos, todos sabemos las cosas que hemos hecho bien. En mi caso, nunca he sido de pedir disculpas con argumentos falsos, he preferido pedir perdón, cambiar mis errores. Lo mismo, tampoco me han gustado mucho los dulzajos con los que a veces algunos te obsequian. De algo que has hecho bien, porque es que las cosas hay que hacerlas bien, caminar de frente en la vida, por aceptar o regodearte en algún tipo de piropo, luego quizás debas de pagar algún espécimen de favor.

Han sido muchos los comentarios que han dado mis artículos de opinión, pero nunca, nunca, he querido más que expresar lo que sentía, con el único miramiento de hablar de mi verdad, la que siempre he dicho, no era la única y verdadera, pero era mi opinión, mi verdad.

Llega en nada como he dicho antes el tiempo navideño, ese que no me trae mucho entusiasmo, solo y únicamente me apetece porque es familiar y hay reencuentro normalmente con amigos con los que tienes poco contacto, pero nunca han caído en el olvido.

El tema de la Hermandad del Calvario, el cuál he seguido como le dije a su Hermano Mayor el otro día, más por Gente de Paz que por ningún lado, ya es un tema para mí zanjado. Es tiempo ya para que lo pasado, pasado está. Justamente es Dios el que da y quita razones, y nunca he dicho yo, ni escrito, que las razones por las medidas adoptadas por este señor desde que fue ratificado por el obispado, me parezcan bien, me parezcan mal. Como Hermano Mayor, puede hacer lo que quiera, para eso ha sido elegido por los hermanos.

No me gustaría que este hombre se sintiera atacado, se sintiera ofendido en su honor, ni mucho menos, el respeto a la persona por mi parte, aún sin conocerlo como él mismo me dijo, siempre ha sido total. Nunca he querido faltarle el respeto a la honorabilidad de ningún Hermano Mayor. No soy hermano de esta Hermandad, aunque como siempre he repetido, me merece un respeto por su historia y por ese cariño que se le coge a las hermandades de tu ciudad, a sus Imágenes, por lo cual, qué menos que alguno piense o diga que quiero dañar su imagen, hacer daño a lo únicamente importante, que no son las personas, sino, sus Titulares.

Tiempo habrá para el azúcar, tiempo habrá para la sal. Tiempo para dejar a todos trabajar, por nuestras hermandades, claro está, pero también tiempo para que los cofrades, esos que defendemos lo nuestro, a los que nos gusta esto, los que no consideramos esto un hobby más como el fútbol, o queramos las cosas bien hechas, o al menos, a nuestra opinión de lo que ello significa, podamos dar nuestra felicitación o ese poquito de sal, esperando subsanar la pequeña herida que se haya podido hacer en la piel de una u otra Hermandad. Ya vendrá luego la azúcar, los halagos.

Busquen su trocito de azúcar aquellos que lo necesiten, encuentren otros sal donde no la haya, este que hoy ya termina de escribirles solo les dice que la sal, el azúcar, en su determinada cantidad, las veces que sean necesarias, son las que le dan sabor a la vida. 


Fernando Blancas Muñoz









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