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jueves, 18 de diciembre de 2014

Mis instantes favoritos: Y la Esperanza... me miró



No recuerdo la primera vez que vi a la Esperanza, esa perla que vive en el barrio macareno, pero estoy segura que me hipnotizarías con tu mirada, que quedaría absorta de tu belleza maternal.

Después vinieron muchos momentos, siempre en la lejanía física que no de corazón. Muchas madrugadas a tu vera, porque mientras Tú estés fuera de tu casa, yo será tu centinela.


Recuerdo perfectamente el año de los callejones. Yo, que iba acompañando a aquél que me enseñó a quererte, que vestía tu túnica nazarena en los tramos blancos y morados, delante de tu Bendito Hijo. Un policía, no me dejaba adentrarme en las calles de tu barrio, sin embargo, entré, vamos que si entré..., yo tenía que verte por tu calle, por tu calle... Esperanza.

Poco tardó en aparecer tu Hijo mandado por Miguel Loreto, quien al ver a mi hermano, esbozó esa sonrisa gitana que tan característico lo hacía, y recordé, aquel 18 de diciembre, tu día, en el que en el Bar Plata, cantamos villancicos flamencos para celebrar la venida del Salvador.

Poco a poco, nazareno tras nazareno, iba presintiendo tu cercanía. Tu olor se hacía cada vez más presente. Tu calor se apoderaba cada vez más de mí. Y por fin apareciste. Radiante, como siempre, con tu cara cansadita de estar toda la noche en vela velando por nosotros.

Ante mí te detuvieron. Ese era mi regalo de aquella madrugá. Tiempo tuve para mirarte y volverte a mirar. Para sonrojarme ante Tí, para darte gracias. Dio tiempo a contarte mis más profundos deseos, esos que no hacía falta que te contara.

Minutos..., minutos ante Ti que supieron a gloria. Antonio mandó a llamar, y como si una nube se tratara, flotabas sobre los pies de aquellos que tienen la suerte de sentirte sobre ellos. Poco a poco te alejabas al son de mi marcha, esa que me servía de nana, Coronación Macarena. Era el broche de oro perfecto a ese mágico momento.

Recuerdo que llevabas el manto de la Coronación, porque era lo único que te podía ver. Estabas inundada de pétalos.

2006... ocho años han pasado ya de aquella eterna madrugá. Después vinieron más madrugadas, besamanos, visitas fugaces..., sin embargo, aquel instante, ese que pese a estar rodeada de personas, sentí que Tú me miraste, no lo olvidaré.

Sí, la Esperanza me miró. Sólo estábamos Ella y yo... Sólo estábamos... la Macarena y yo.


Raquel Medina








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