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jueves, 11 de febrero de 2016

Donde nace el Azahar: La madurez con nombre de Soledad


Blas J. Muñoz. La muerte nos abate y nos iguala... Sus pensamientos lo llevaron a otras calles, a otra geografía distinta de la ciudad, más genuina, de paredes ensaladas, de barrio viejo donde las rejas guardan secretos pretéritos. Y recordaba aquella Cuaresma de fotografías encontradas, de soledades previstas a la caída de la tarde.

Se perdía en la lectura y de detenía en la estampa de aquella Mujer añada, defiendo el tiempo sobre la tarde en que ella misma parecía sostener el peso mismo del mundo. En el horizonte de su mirada, la infancia parecía establecida en una distancia irreconciliable con el presente impuesto.

Por aquellas calles encaladas de su barrio, que distaban tanto de los veranos de jazmines y aroma de baldeo, parecía volver a caminar a placer hacia la ciudad perdida del reencuentro. Era una Soledad abrupta, macerada en la piel, marcada a fuego en su madurez que ya se sumía para siempre en el ocaso. Tal vez, una esperanza leve ayudase a mitigar la carga. Pero no hay compañía para quien echa a andar por el camino solo.

Foto Eva María Pavón 



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