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viernes, 25 de marzo de 2016

La Crónica: Cómo le cuento esto a mi hijo


Blas J. Muñoz. El Jueves Santo comenzó junto a la Puerta de Puente, con una llamada del capataz, con una agrupación musical afinando sus sones, con la cuadrilla iniciando una chicotá para los anales de la historia de la ciudad... El Jueves Santo comenzó con el Cristo de Gracia buscando el destino de Córdoba por el muro sur de una Catedral que, ya a esas horas, no era sino el Arca ilusionada de una fe que se vivía alrededor de sus calles.

Justo antes, la Hermandad de la Cena asumía su momento comprimiendo su cortejo por Torrijos, entre himnos eucarísticos, con el horizonte presente de un reto que se estaba cumpliendo al fin. En el rostro de Carlos Lara se reflejaba la importancia del momento y es que Córdoba estaba ya viviendo aquello que tanto y tantos habíamos esperado, soñado y que creímos, nunca llegaría.

La Cena entraba radiante por el Perdón, justo después de que lo hiciera la Caridad. Fue llamativo el paso de la Hermandad de San Francisco por esa misma calle, sin las acostumbradas aglomeraciones propias de quienes prefieren ver a un grupo de legionarios que a una cofradía. Y no les niego que se agradeció disfrutar de una cofradía que atesora imágenes de un valor incalculable y que promueven a la Fe de manera natural.


Ya habían discurrido tres por la Catedral, pero aun quedaba. El Nazareno regresó al templo que es suyo y el Jueves Santo dibujaba una perfección milimétrica. Las imágenes de la Hermandad hospitalaria atestiguaban la belleza inabarcable de Dios y su Madre sobre dos pasos que se adentraban en absoluto silencio por el alma de Córdoba. Mientras por San Andrés la Luna de Nisan no quería dejar de contemplarloncomo lleva siglos haciéndolo.


Desde San Cayetano a la Catedral y de vuelta del primer templo a la conceptual, la Hermandad del Caído trazada una simetría perfecta de los días. No hacia demasiado y estaba fresco en la memoria el recuerdo de la magnífica salida extraordinaria de la cofradía y, sin embargo, todo parecía inédito, renovado. Uno no se cansa de seguir los pasos de Jesús Caído deteniendo el tiempo. Como también lo hizo la Banda de Caído y Fuensanta. En un alarde de categoría, la formación musical volvía a mostrar su versatilidad y los porqués de tocar hasta en cuatro jornadas de la Semana Santa Cordobesa.


Y los Sones de las cornetas volvieron a escucharse tras el grupo escultórico de las Angustias. En este caso era Coronación de Espinas quien entonaba sus sones limpios para mostrar una nueva arista del caminar de los Titulares de San Agustín. Impecables Ángel Muñoz y su equipo, dotando a la cuadrilla de un caminar exquisito en lo técnico y diáfano en lo estilístico. Guste el cambio de género musical o no, lo que quedaba claro es que el mismo ha sido realizado con coherencia.

Y la Buena Muerte daba por cerrado el Jueves cuando en San Hipólito repicaban los duelos del Viernes Santo, el día por antonomasia de la Catedral que, adentrados en su Madrugada limpia vio adentrarse a la Reina de los Mártires por un templo que fue mezquita y antes Basílica cristiana. Y, sin embargo, al paso de la Buena Muerte parece renovado en sus intenciones de un futuro ilusionante que puede ser y apenas estamos comenzando a construir.


Como les decía, el Jueves Santo comenzó junto a la Puerta de Puente. La mirada de Curro frente al Cristo de Gracia lo decía todo. Casi tres décadas siendo los ojos de su cuadrilla dan para saber que estás ante un instante que nunca se olvidará. Su agrupación entonaba con perfección la marcha y la chicotá se elevó al cielo de la ciudad sobre el pavimento de su propia historia. Hubiera dado cualquier cosa por estar debajo en ese momento y pensé, "cómo le voy a contar esto a mi hijo". Cuando acabó la chicotá me encontré con Rafa, Mercedes y Susana. Nada ocurre por casualidad, si el Señor no lo quiere.






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