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sábado, 27 de agosto de 2016

Sin ánimo de ofender: El patrimonio olvidado


Llama la atención la inmensa capacidad que en ocasiones tenemos para trivializar y pasar por alto muchos de los elementos que, por increíble que parezca, también forman parte del patrimonio artístico y cultural y a los que, sin embargo, relegamos con asombrosa facilidad a un segundo plano hasta que la costumbre de “tenerlos ahí” acaba por convertirlos en un mero componente paisajístico.

Y esto es precisamente lo que ocurre con el patrimonio monumental de carácter religioso, al que la cotidianidad, el interés y la desidia – y quizá algunos otros factores – han condenado a ser completamente ignorados por una sociedad que en muchos casos desconoce su nombre, su ubicación o incluso de qué clase de construcción se trata como ocurre con la discreta y neogótica ermita del Pretorio –  que antiguamente se encontrase en las cercanías de la Huerta de la Reina recibiendo numerosas visitas de toreros – para muchos oculta entre la vegetación y las distracciones del Vial. Al igual que ocurre con la más visible ermita de los Santos Mártires, en cuya presencia no muchos habrán reparado y menos aún la asociarían al lugar de martirio de San Acisclo y Santa Victoria.

Pero todavía más sorprendente puede llegar a resultar el desconocimiento – fruto de la evidente falta de curiosidad – y el abandono absoluto al que durante largos años se ha visto sometida la Iglesia de Campo Madre de Dios. Algo incomprensible teniendo en cuenta tanto sus grandes dimensiones como el privilegiado lugar en el que se encuentra y en el que para nada debería pasar desapercibida.

Se trata, en realidad, de la iglesia del convento de Nuestra Señora de los Remedios y San Rafael que, invadida por la maleza y la basura que se ha ido arrojando sin miramientos de ninguna clase, ha caído en un olvido con el que parece haberse perdido la constancia de que un día sirvió de sede para hermandades e imágenes penitenciales tales como la de Cristo atado a la Columna y el Señor de la Oración en el Huerto. Una historia que se vio interrumpida – y gravemente dañada – por la invasión francesa y la posterior desamortización que terminó por convertirla en una fábrica de cristales y finalmente en un asilo.

Actualmente, se encuentran dispuestos los sistemas de andamiajes que comenzasen a colocarse a finales del año pasado y que, en teoría, servirían para la consiguiente restauración. No obstante, a pesar de lo que cabría desear – máxime teniendo presente que el Obispado cedió esta construcción en el siglo XIX bajo la premisa de que, en caso de desear devolverla, el Ayuntamiento debía hacerlo habiendo dejado la primitiva iglesia en el mismo estado en el que le fue entregada – dicha restauración no dejará la iglesia tal y como fuese en otro tiempo, y, por supuesto, también parecen haberse esfumado las propuestas entre las que años atrás se barajaban la posibilidad de instalar allí un deseado museo cofrade e incluso la sede de la Agrupación de Hermandades y Cofradías.

Sea como fuere, el presente parece imponerse en este caso al silenciado pasado de la Iglesia de Campo Madre de Dios, haciendo con ello que, en comparación, el actual fin concedido a la Iglesia de la Magdalena sea casi alentador. 

Esther Mª Ojeda







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