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domingo, 22 de enero de 2017

Mi luz interior: Una calle para el Capataz Rafael Muñoz


Hace más de tres años que el martillo del palio de la Reina de Capuchinos quedó huérfano para siempre. Porque aunque oficialmente había cedido los trastos a su hijo hacía varias primaveras, él era el capataz perpetuo del palio de Nuestra Señora de la Paz y Esperanza. Y lo seguirá siendo eternamente, pase lo que pase. Tres años en que el mismo Dios reclamó su presencia para ocupar su lugar como timonel del navío en que se mece su Bendita Madre en el mar de la inmensidad. Tres años desde que Córdoba entera, tan ingrata a veces, se rindió al trabajo infatigable y desinteresado que regaló durante décadas impartiendo su sabiduría a generaciones enteras. Tres años en que se fue Al Cielo con Ella Rafael Muñoz, Capataz de Capataces… memoria viva de nuestra idiosincrasia, maestro y cofrade.

Lo llamaban Capataz de Capataces, pues con su trabajo hizo de una época el tiempo en que los costaleros pasaron de la niñez a la madurez, de la mano del "Niño" Muñoz, como algunos le llamaban. Niño, hombre, capataz y timón argento, como los ornamentos de su Virgen y noble, en un tiempo en que la nobleza se ha convertido en una cualidad cada vez más exigua, que hizo de su vida ejemplo. Córdoba no olvidará nunca a Rafael porque él siempre será parte de su mejor historia.

En agosto de 2013, se marchaba a vivir junto al Cielo Rafael Muñoz Serrano, símbolo imperecedero del mundo de la trabajadera en la ciudad de San Rafael y uno de los indiscutibles artífices de la evolución experimentada en la segunda mitad del siglo XX por parte de las cofradías cordobesas. Inolvidable creador, en 1975, de la primera cuadrilla de hermanos costaleros y sin lugar a dudas, una de las personalidades más conocidas y respetadas por los cofrades de Córdoba, se marchó a la edad de 83 años, tras una vida plenamente dedicada a construir su camino de rotunda autenticidad alrededor del más genuino significado de la palabra hermandad, por obra y gracia de un llamador y un costal.

Nacido el 8 de enero de 1931, fue hermano de la Paz prácticamente toda su vida, donde ostentaba como hermano el número 2, y capataz de su Virgen más de medio siglo, después de tres años guiando el paso del Señor de la Humildad y Paciencia. Vivió su niñez junto al colegio Divina Pastora, donde recibió clases en su más tierna infancia, entonces en la calle Alfaros, en la casa frente a la farmacia que existe en la actualidad, cerca del convento de Capuchinos que siempre fue su segundo hogar y con cuyos frailes mantuvo siempre una intensa amistad. Precisamente, tal y como él mismo contaba, "en aquellas visitas se enteró de que se iba a trasladar allí la Virgen de la Paz y que se iba a constituir la cofradía". La que sería para siempre su cofradía.

Autodidacta en el desempeño de la labor de capataz, comenzó su andadura de la mano de José Gálvez Galocha, en la Paz. Potenció su formación como la potenciaban los capataces de entonces, viajando a Sevilla, observando detenidamente, y reproduciendo lo que había visto y aprendiendo de sus propios errores, con la humildad y la grandeza necesarias para detectarlos, asumirlos y subsanarlos. Y su trabajo, su incuestionable trabajo, y su buen hacer se fue extendiendo paulatinamente mientras muchas cofradías cordobesas tomaron la iniciativa de contar con sus servicios. Las Penas de Santiago, la Expiración, el Sepulcro, el Caído, el Resucitado... muchas fueron las cofradías -sus cofradías- que recurrieron a Rafael Muñoz para guiar con su magisterio durante décadas, a sus sagrados titulares por las calles cordobesas y cambiar su fisionomía y su idiosincrasia para siempre, a golpes de llamador.

Trabajador, humilde, cofrade, y buena persona que siempre caminó de frente como los pasos que mandó, cualidades todas ellas más que suficientes para que su figura se haga acreedora de un reconocimiento imperecedero de la ciudad a la que tanto entregó pero que añadidas a su condición de auténtico revolucionario para el mundo del costal convierten a la figura de Rafael Muñoz en una de las personalidades esenciales sin cuya existencia sería imposible entender la Semana Santa de Córdoba tal y como hoy la entendemos. Una labor que le valió no sólo el reconocimiento oficial de su hermandad, como hermano de honor, y de la Agrupación de Cofradías de Córdoba, como cofrade ejemplar, sino que, además, le han consolidado como una leyenda en el mundo del costal cordobés, una figura insustituible e irrepetible.

Una figura mítica que creó escuela, de cuyo venero tantos bebieron, y que a nuestro juicio, merece el reconocimiento sincero de la ciudad, de su ciudad, con una calle que lleve su nombre, "Capataz Rafael Muñoz", para lo cual hemos iniciado desde esta casa, en la conocida plataforma Change.org, una petición de la que hemos querido hacer partícipe a todo el Universo Cofrade desde el mismo origen de la iniciativa, que trasladaremos en punto y hora al Ayuntamiento de Córdoba para que el Capataz de Capataces de la ciudad de Córdoba tenga el reconocimiento que merece en forma de símbolo y gesto inmortal que, de alguna manera, eternice para sus conciudadanos su nombre, del mismo modo que su nombre colaboró a convertir en eterna una forma de hacer las cosas, en beneficio de sus cofradías y por extensión en el de toda Córdoba.

Trabajemos, ¡tos por igual, valientes!, familiares, amigos, hermandades, medios, costaleros -los que un día fueron suyos y los que oyeron hablar de él-, cofrades en general... con este esfuerzo podremos lograr este sueño y hacer, con esta chicotá colectiva, justicia poética con una de los nombres fundamentales de la historia de nuestra Semana Santa. Que así sea.

Sonia Moreno




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