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sábado, 24 de mayo de 2014

De cerca con David Simón Pinto Saéz


"Lo que se pueda ver debajo de un paso no es otra cosa que una muestra de la sociedad"


La personalidad de David Simón Pinto Sáez es una de las más atrayentes de la Semana Santa cordobesa. Economista de profesión, escritor, gran conocedor de la historia, capataz, costalero, nazareno, articulista o bloguero son algunas de las facetas que domina a la perfección.

Hablar con David resulta siempre un ejercicio estimulante. En esta ocasión, solamente nos ceñimos al mundo del costal, donde reflexiona sobre el pasado, presente y futuro de las labores de carga. Disfruten.

Pregunta (P): ¿Capataz, costalero o ambos?

Respuesta (R): Afortunadamente hoy por hoy soy, y me siento, ambas cosas. Son dos perspectivas que se complementan y que quien de verdad las siente y valora no quiere abandonar una en beneficio de la otra. De hecho se da la circunstancia de que capataces de un paso trabajan como costaleros en otros cuyo capataz o capataces son, a su vez, costaleros del primero. Es algo bastante habitual y que yo disfruto actualmente.


P: La trayectoria de David S. Pinto Sáez como costalero y capataz es muy amplia y con fuertes connotaciones familiares, ¿cómo la describirías?

R: Rafael Sáez Sánchez y Manuel Gallegos Pérez, los dos abuelos de mi abuelo Rafael, sabemos que eran costaleros de Los Dolores y Esparraguero, el primero, y del Caído el segundo, desde al menos mediados de la década de 1910. Manuel Gallegos Pérez llegó a ejercer de capataz del paso del Caído con la mítica cuadrilla de los piconeros de la Piedra Escrita siendo precisamente su yerno, Antonio Sáez Pozuelo quien formará la primera cuadrilla de la familia en 1938 para la recién fundada hermandad del Descendimiento.

A partir de entonces se irán incorporando a la cuadrilla sus hijos Rafael, Manuel y Antonio Sáez Gallegos quienes a su vez se irán haciendo cargo de los diferentes pasos que se les encomendaban. Junto a ellos, tal vez los más conocidos, trabajaron siempre como faeneros Miguel y Juan, hermanos de mi bisabuelo Antonio Sáez Pozuelo, los hermanos de su mujer, primos, sobrinos…

De hecho en el año en el que yo entré en la “cuadrilla del Corpus”, la mayoría de sus componentes eran Sáez; aunque solía haber algún faenero de los antiguos como Lorenzo Castro, que hasta hace varios años participaba en dicha procesión portando la pértiga.

Por tanto, y como es fácil imaginar, el ambiente cofrade y más en concreto el ambiente ligado a los capataces y costaleros es algo que ha permanecido vivo en nuestro día a día desde siempre. La primera vez que yo ejercí de contraguía con tan sólo 10 años (Santa Cruz de la Hermandad del Huerto) mi abuelo estaba por allí; la primera vez que me metí debajo de un paso, lo mandaba mi abuelo y aunque no lo he contado muchas veces, la última vez que mi abuelo y yo nos vimos yo estaba vestido con el chaqué que utilizamos los capataces durante la salida extraordinaria de San Rafael en octubre de 2012 (ingresó en el hospital durante la procesión y no volví a verlo con vida).



P: En una palabra, cómo definirías a Rafael Sáez Gallegos.

R: Si tan sólo me permites una palabra: Bondad.

P: Los Sáez han sido –y siguen siendo en su persona- una saga íntimamente relacionada con las labores de carga ¿Qué aspectos destacaría?

R:Como te decía fueron dos de mis tatarabuelos, hasta donde he podido investigar por ahora, los primeros con relación con el mundo de las labores de carga. La designación de mi bisabuelo Antonio Sáez Pozuelo como primer capataz de la Hermandad del Descendimiento por parte de don Manuel Salinas (su primer hermano mayor), es muestra del trabajo firme que siempre destacó a estas personas. Hasta entonces ocupaba el puesto de costalero de confianza de la cuadrilla del Caído, como ya he indicado, aunque sin experiencia por fuera hasta ese momento.

A partir de entonces su trabajo y el de su cuadrilla (compuesta por más de 90 hombres que trabajaban sin relevos) es reconocido por las cofradías cordobesas que lo reclaman, en un porcentaje muy alto, por aquellas que se fundan durante la guerra civil o en los años siguientes: Borriquita, Amor, Penas de Santiago, Sentencia, Prendimiento, Misericordia, Caridad, Buena Muerte, Descendimiento o Huerto durante su refundación en los 70, entre otras, sin olvidar a hermandades como Calvario o el Santo Sepulcro. Otras hermandades requirieron de su trabajo a sabiendas de que debía ser por un tiempo limitado por los compromisos ya adquiridos ese día (como fue la Hermandad del Rescatado, para la que trabajaron dos años a principios de los 70). A estas hermandades habría que añadir las de Gloria de La Cabeza, el Socorro o el Corazón de Jesús de San Hipólito.

Llegada la época de los hermanos costaleros, y prácticamente ya retirados Manuel y Antonio, mi abuelo continuará vinculado a las cuadrillas de costaleros sobre todo en la Hermandad el Huerto (siendo nombrado Capataz Titular de la cofradía), si bien también participó en la formación de otras cuadrillas como las de las hermandades del Cristo de Gracia y del Buen Suceso.

Por los nombres de hermandades anteriores podemos comprobar cómo entre mi abuelo, sus hermanos y sobre todo su padre debían distribuirse el trabajo en el caso de coincidir más de una hermandad el mismo día. Coincidencia que era muy improbable con anterioridad a la guerra civil por el reducido número de cortejos existentes en Córdoba, pero que comenzó a suceder a partir de las fundaciones de hermandades de las décadas de 1940 y 1950. Y será precisamente debido a este crecimiento en la nómina de hermandades cuando en Córdoba se nombre a un capataz como titular de dos cofradías con salida el mismo día: concretamente del misterio del Descendimiento, por entonces aún con salida en la tarde noche del Jueves Santo, y del Crucificado de la Buena Muerte, cuyo estreno se produjo en la Madrugá del Jueves Santo de 1946. El capataz fue Antonio Sáez Pozuelo, quien se vio obligado a ampliar la cuadrilla así como a dejar a mi abuelo Rafael Sáez al frente del Descendimiento durante las horas en las que ambas coincidieron en la calle.

En resumen, y siendo tal vez el aspecto en lo que mi abuelo incidía más, respeto por el trabajo y por los hombres con los que se trabaja, así como amor por la fe y las imágenes.

P: Hace unos años tuve la oportunidad de entrevistar a tu abuelo y siempre he tenido la sensación de que era una persona humilde y que callaba más de lo que contaba ¿Crees que esa modestia ha influido en que no se conozca como debiera su labor como capataz?

R: Tal vez se deba en parte a esa modestia, como bien dices, o a que Córdoba no es una ciudad que se vuelque en exceso con su historia y sus hijos. Aunque lo cierto es que esa modestia hizo que tuviera que ser por fuera del ámbito familiar, concretamente a través del capataz Lorenzo de Juan, por donde me enterara que en la década de 1960 una hermandad sevillana se pusiera en contacto con mi bisabuelo para hacerse cargo de uno de sus pasos. Dado que mi abuelo se ruborizaba al hablar de este asunto no seré yo quien de más detalles de la hermandad de la que se trata, aunque sí puedo decir que fue la exigencia de dicha hermandad de trabajar con costaleros sevillanos (hecho totalmente entendible por lo regulado que se encontraban estas labores en aquellos años) en lugar de con su propia cuadrilla, lo que hizo que finalmente no se llegara a un acuerdo.


Los contactos se llevaron a cabo a través de un miembro de la junta de gobierno de la hermandad hispalense, comercial para una empresa de chocolates, que aprovechando varias visitas de corte profesional a Córdoba se acercó al negocio familiar que por entonces teníamos en la calle Santa Victoria.

Hoy por hoy estoy en contacto con dicha hermandad para intentar rescatar de su archivo alguna documentación que nos arroje algo más de luz sobre dicho episodio.

P: ¿Crees que, a nivel general, hace falta un poco de esa humildad en el mundo del costal?

R: Cuando las cuadrillas las componían personal acostumbrado a las labores de carga en las lonjas o los muelles, las conformaban personas que tenían una disciplina en el trabajo, un respeto por las jerarquías y por los propios compañeros.

Al abrir la puerta a cualquier hermano, primero, y a cualquier cofrade, posteriormente, lo que se pueda ver debajo de un paso no es otra cosa que una muestra de la sociedad. Tal vez que ciertas actitudes se vean en una cuadrilla no debe preocuparnos más que el que se vean durante todo el año en la sociedad, que seguramente debería ser donde debieran ser atajadas; con educación, concienciación o más empatía.

P: Estamos viviendo un momento de auge a nivel de costaleros ¿Cómo lo valoras?

R: Lo que anuncian la mayoría de hermandades, por no decir todas, es que todas las cuadrillas están completas y dobladas en la actualidad. Y salvo algunas excepciones, las mínimas, que siguen teniendo algún problema de costaleros, da la sensación de que efectivamente no es el número de costaleros la preocupación actual.
Sin embargo tal vez no sea necesario tener todas las cuadrillas dobladas en Córdoba pues algunos itinerarios actuales, al menos hasta que la Carrera Oficial se traslade a la Santa Iglesia Catedral, no son especialmente largos. En estos casos valdría con buenas cuadrillas, asentadas, aún cuando éstas no estuvieran completamente dobladas como si éste fuera el objetivo principal.

Lo que sí está aumentando paralelamente al número de costaleros es el nivel del trabajo, aparejado a la cada vez mayor preocupación por la ropa bien hecha, por la correcta colocación debajo de la trabajadera, por un calzado adecuado y sobre todo por la técnica y el gusto del trabajo bien hecho.

Se pueden ver costales con muy buena confección (hay empresas, como “Er tío der Saco” por ejemplo, que se preocupan mucho por los materiales, el tratamiento previo, etc.), muy bien “tirados”, lo cual genera satisfacción tanto si se ve en nuestras hermandades como en otras.

Estamos viviendo un buen momento pero, como digo, no tanto por el número de costaleros, que también, sino sobre todo por la calidad.

P: Se habla mucho de costaleros profesionales. No es un tema nuevo ya que los hubo ¿Te sientes identificado con ese concepto?

R: Por supuesto que me siento muy identificado con aquellos hombres. De hecho, como ya he comentado antes, pude trabajar con algunos de ellos en la procesión del Corpus Christi hasta hace muy poco. A otros muchos los conocía por coincidir con ellos en el negocio familiar, donde solían pasar a saludar a mi abuelo y mis tíos, e incluso en los montajes del paso del Corazón de Jesús de San Hipólito, por poner algún ejemplo.

Si al hablar de profesionales te refieres a los costaleros actuales que son tachados de profesionales, recuerdo que recientemente invité al capataz sevillano Rafael Díaz Talaverón a una presentación de un libro sobre costaleros (por cierto, escrito por un doctor en psicología y un profesor de psicología, ambos de la Universidad de Sevilla; Rafael Moreno y Moisés Ríos) que hicimos en Córdoba, tras la cual tomaron la palabra diversos capataces, tanto sevillanos como cordobeses. En una de sus intervenciones Díaz Talaverón dijo que costaleros respetados por sacar los pasos de su hermandad son tachados de “profesionales” tan sólo un día después por formar parte de otras cuadrillas donde no son hermanos.

Yo entiendo al costalero como alguien preocupado del trabajo que debe realizar, de la técnica, de los compañeros y por supuesto de la devoción de la que participa; condición esta última totalmente necesaria para que estas labores muestren el sentido que tienen. La cuadrilla debe llevar a la imagen exactamente igual durante todo el recorrido, pues durante todo el mismo habrá personas esperándola para rezarle, pedirle o darle las gracias. La labor de la cuadrilla es presentarle a la imagen de la mejor manera posible y con independencia del lugar del momento del recorrido del que se trate. Sin embargo a veces parece que si el costalero ha pagado su cuota de hermano y/o papeleta de sitio está acreditado para sacar a dicha imagen, pero si no lo hace, no. No podemos reducir estas labores a un tema meramente financiero, donde quien paga es devoto y quien no paga no.

En Córdoba tal vez no haya costaleros suficientes para que ninguno repita, por lo que no termino de entender que se tache de “profesional” a costaleros que hacen una labor muy necesaria para nuestra Semana Santa, sobre todo porque no entiendo que este término sea peyorativo a la vista de cómo eran y cómo se comportaban aquellos hombres.


P: También se habla de hermanos con afición…

R: Es incidir en lo mismo. Yo he tenido la suerte de trabajar en cuadrillas de todo tipo: tanto se silencio como de bulla, y con costaleros muy devotos de la imagen en cuestión así como otros cuya “hermandad de cuota” era otra y por tanto sus devociones también. Y la única conclusión que he sacado al respecto es que no es éste el marcador que nos indica si se es mejor costalero o no, o si realiza mejor labor para la hermandad o sus devotos. La Cuadrilla del Calvario, por ponerte un ejemplo que me pilla muy de cerca, es una cuadrilla compuesta en un porcentaje muy alto por hermanos de la hermandad. Algunos lo eran con anterioridad a ser costaleros (se puede decir que ésta es su hermandad) si bien otros se hicieron hermanos con posterioridad a entrar en la cuadrilla.

Insisto en que no es ésta una circunstancia que defina si el costalero es mejor o peor trabajando, o el creyente es mejor o peor rezando.

Seguramente (no lo sé) todos los costaleros de la Macarena son hermanos, y casi con total seguridad de muchos años, de la cofradía sevillana. Pero esto sólo me indica que pagan su cuota y que seguramente si no lo hicieran no podrían participar en la cuadrilla, pero desde luego no me dice si su verdadera devoción está en otro templo o incluso ciudad. O si es buen cristiano o no.

A mí me gusta tener un vínculo especial con todas las hermandades con las que tengo relación, y siempre aliento a través de mis artículos y estudios a que se cree esta relación con las imágenes y las hermandades. Estoy convencido de que la religiosidad popular, más allá de las hermandades, es lo que ha sustentado nuestra Semana Santa durante algunas etapas de nuestra historia. Pero siempre más allá de una simple papeleta de sitio o cuota de hermano, que si bien necesaria, no es en absoluta suficiente.

P: Es capataz auxiliar de Fernando Chiachío Romero en el paso de Nuestro Padre Jesús del Calvario ¿Qué resaltarías de él?

R: En relación con las preguntas anteriores, lo primero que destacaría de Fernando es su fe y amor por la Semana Santa. Para muchos de los que lo conocemos y tenemos la honra de compartir tantas experiencias con él, es una suerte pero sobre todo un ejemplo.

Como capataz destacaría su capacidad para ver el paso y el cortejo en su globalidad, percibiendo el paso, la cuadrilla, la imagen y el propio equipo de capataces como un todo. Eso le permite transmitir una tranquilidad extraordinaria al costalero y al resto. Es un capataz que conversa mucho con sus costaleros, que los conoce, lo que hace que por un lado exista un vinculación entre costaleros y capataces más allá del meramente “profesional” (y aprovecho la pregunta anterior para traer aquí el término), y por otro sea capaz de percibir en cada momento en qué situación se encuentra la cuadrilla de ánimos, fuerzas.

Como capataz y maestro de capataces que es, igualmente intenta involucrar a su equipo en la toma de decisiones por estar convencido de que con el diálogo y la diversidad de opiniones ganan todas las partes. Es dialogante pero sobre todo le gusta escuchar todas las opiniones. Esto, y es una opinión personal, le enriquece y nos enrique a los que estamos a su alrededor. Es igualmente muy metódico y organizado en el trabajo.

Y por último destacaría su extensísima experiencia y conocimiento del oficio. Como capataz titular de la Hermandad del Calvario ha consolidados ambas cuadrillas. Fue capataz de Nuestro Padre Jesús Nazareno y de San Rafael en su salida extraordinaria de 2012, así como de la imagen de Nuestra Señora de Villaviciosa desde su primera salida en 2009, por poner algunos ejemplos.


P: ¿Qué aspectos de Fernando te han influido a ti y cuáles tuyos, crees, que le han influido a él?

R: El orden en el trabajo es una cualidad más que destacable de su manera de entender el oficio. Su tranquilidad a la hora de mandar y sobre todo su visión del cortejo como un todo, tanto físicamente como en el tiempo a lo largo de toda la procesión, son aspectos que ha aprendido de él.

Sabe poner en valor el rol que ofrece a cada miembro de su equipo, lo cual hace con una naturalidad pasmosa. Tiene confianza plena en su equipo y no ha dudado en más de una ocasión, desde el primer año que lo acompañé como auxiliar, en dejar que fuera yo (o cualquier otro miembro de su equipo, aunque hablo ahora por mí en concreto) quien mandara el paso en algún lugar algo más comprometido de la cuenta. Esa confianza que demuestra, unida a la tranquilidad con la que dispone las cosas, supone una puesta en valor de los que trabajamos con él, como te decía antes, intentando siempre que los demás brillen en toda su capacidad. Le quita importancia a lo que él ofrece y valora siempre mucho lo que lo demás le ofrecen.

El respeto que todo el mundo cofrade le tiene a Fernando, de manera similar al que se ganó mi abuelo, es otro de los aspectos que me han influido mucho; su manera de relacionarse con los costaleros, capataces, juntas de gobierno, consiliarios…

Y por supuesto sería demasiado pretencioso preguntarme a mí en qué aspectos le he influido yo.

P: La cofradía posee ahora una cuadrilla muy bien definida y unida ¿Cómo lo valoras?

R: Desde la designación de Fernando Chiachío como capataz titular de la cofradía se comienza a trabajar en ambas cuadrillas como una sola, siendo esta decisión un punto de inflexión en la historia de la misma. Tener una única manera de entender a la cuadrilla, los ensayos, el cortejo… es fundamental para que la cofradía se vea como un todo en la calle; regresando con ello a lo que decíamos anteriormente de su manera de entender esta labor.

La cohesión entre ambas cuadrillas, tanto entre ellas como con la otra parte, es magnífica. A los ensayos del Señor asisten los costaleros del Mayor Dolor, y viceversa. El sentimiento de pertenencia es a una única hermandad, pudiendo ver costaleros del Calvario en los cultos del Mayor Dolor y a costaleros del palio en el Quinario. Algunos costaleros han pasado de un paso a otro, por diferentes motivos, con una integración absoluta.

La valoración no puede ser nada más que positiva.


P: Has sido parte de ella como costalero de Jesús del Calvario ¿Qué diferencias hay entre un rol y otro?

R: De mis años como costalero de Nuestro Padre Jesús del Calvario guardo un recuerdo extraordinario. Es una cuadrilla muy unida, que fomenta la cohesión tanto dentro como fuera del paso, con un grupo bastante extenso de costaleros con una experiencia realmente extensa tras sus gualdrapas. Trabajar por fuera conlleva participar de otra manera de ese ambiente que se crea durante los ensayos y la propia salida; al principio pudiera parecer que es participar en menor medida, pero  en absoluto, tan sólo de manera distinta.

Te puedo poner un ejemplo de algo que ocurrió con el paso de San Rafael (en un relevo en el que muchos de los costaleros pertenecen a la cuadrilla del Calvario) por la mitad de la calle Deanes. En un momento en el que el paso se veía andar perfectamente y se notaba que los costaleros estaban disfrutando, me acerqué al respiradero y le dije a los costaleros: “Os lo estáis perdiendo”. Casi como si estuviera ensayado varios de ellos me dijeron a la vez: “No, te lo estás perdiendo tú”. Creo que este detalle es un ejemplo más que significativo de lo que supone ser miembro de esta cuadrilla, ya sea por dentro o por fuera.

P: Eres Jefe Financiero, escritor y un gran amante de la historia ¿Crees que la figura del costalero, como persona poco preparada, está demasiado encasillada?

R: Uno de los aspectos que permitió el cambio de costaleros profesionales por hermanos costaleros es precisamente la condición de estudiantes de la mayoría de estos últimos en los años de la transición. Aquella ilusión y entrega de la que tantas veces se ha hablado van unidas a la disposición horaria de la que disponían aquellos jóvenes, por lo que ya desde el origen del hermano costalero la preparación, al menos superior que en sus antecesores, era un hecho.

Hoy en día en todas las cuadrillas hay un elevado número de universitarios, licenciados, médicos, arquitectos, ingenieros, empresarios o militares (conozco al menos a uno de cada uno de estos grupos), siendo la mayor bondad de las cuadrillas actuales la unión de los anteriores con repartidores, reponedores o guardas de seguridad. Todos quedan igualados y en ningún caso esta formación reglada es síntoma de un mejor o peor trabajo bajo las trabajaderas, sino de la estratificación social que existe en nuestra ciudad, como indiqué anteriormente.

P: ¿Qué cualidades, opinas, debe poseer un costalero?

R: Honestidad con uno mismo.



P: ¿Y un capataz?

R: Más honestidad aún si cabe y vergüenza.

P: Amén de Rafael Sáez ¿Cuáles han sido tus referentes?

El primero, por convicción de su buena labor y por los años que llevo trabajando con él, es Fernando Chiachío Romero; con todo lo que dije de su trabajo hace un momento. Adicionalmente he intentado aprender de todos aquellos capataces con los que he trabajado. Cada uno al trabajar de una manera diferente, hace especial hincapié en algún aspecto. Trabajé muchos años en el Calvario con Federico Jiménez Reloba  “Fede”, a quien conocí siendo yo niño en la nuestra hermandad del Huerto, destacando su experiencia y forma de entender las cuadrillas. Además de bajo el Calvario me mandó bajo el Señor del Huerto en el Vía Crucis Magno, donde comprobé que aún cuando el registro es diferentes en ambas cuadrillas, como capataz se mantiene firme en ambos casos.

Fui costalero del Santísimo Cristo de la Buena Muerte con Enrique Garrido, de quien destaco su juventud y valentía demostrada cuando se hizo cargo de esta cuadrilla.

En Algeciras fui costalero y posteriormente miembro del equipo de capataces de la Hermandad de la Columna y Lágrimas, cuyos capataces son José María Calvo y Francisco Vadillo. Del primero, a su vez costalero de Santísimo Cristo de las Tres Caídas de Triana, Servitas o Javieres entre otros, destaco su inmensa afición por este trabajo, con una visión y entendimiento extraordinarios para esta labor. Del segundo destaco la perfección de su cuadrilla de Nuestra Señora de las Lágrimas y la seguridad de su mando.

En Puente Genil soy costalero desde hace algunos años de la Hermandad de los Afligidos de cuyo capataz (costalero por cierto del Calvario y grandísimo amigo), Daniel Jesús Carmona, destaco sus eternas ganas por aprender y mejorar la técnica, aún cuando lleva más de 20 años al frente de ese paso (entre otros), la formación y consolidación de dicha cuadrilla y su honestidad a la hora de meterse bajo las trabajaderas. De su mano fui miembro del equipo de capataces de la salida extraordinaria de la Purísima de Puente Genil en 2012, primera y única vez a costaleros.

Y en Puente Genil también conocí a un capataz que me ha llamado desde siempre la atención su manera de trabajar. José Luis Álvarez Gaitica es costalero en Sevilla, fue capataz de la Virgen de la Presentación de la Hermandad del Calvario de Sevilla y actualmente es, entre otros, capataz de la Virgen del Rosario de la Hermandad de Afligidos de Puente Genil. Fui costalero suyo hace tan sólo unos días en Sevilla, bajo la imagen de María Auxiliadora, destacando su honradez, su capacidad para formar cuadrillas de una manera tranquila pero muy estable y su alegría y tranquilidad delante de los pasos.

Del resto de capataces, aunque no haya trabajado directamente, siempre recoges algo.


P: Personalmente, y aunque se me hace un poco raro sin Rafael, verte al frente del paso de la Custodia demuestra la herencia de una saga ¿Cómo se siente David S. Pinto Sáez el día del Corpus?

R: El primer recuerdo que tengo de ese día es el de ir desde muy pequeño, de la mano de mi abuelo, en busca de la Custodia.  Ha sido, y sigue siendo, un día muy grande para mí y mi familia, pues no en vano de dicha procesión participábamos todos los tíos, primos y hermanos; por supuesto sin olvidar su importancia dentro del calendario de la Iglesia.

Más tarde recuerdo ir con mi abuelo los días previos a Jueves de Corpus a la Catedral para ultimar el montaje y algunos detalles. Entrábamos en la Catedral prácticamente en penumbra, muy tarde, pues debía ser tras cerrar mi abuelo la tienda y desalojarse la Catedral de turistas.

Recuerdo cuando se le instaló el sistema hidráulico sobre el que hoy por hoy descansa la propia Custodia en su paso procesional, cómo un sábado por la tarde (tendría yo 13 años o 14 años) fuimos a una nave del polígono industrial de Chinales para probarlo. Me subieron a mí encima para comprobar que funcionaba.

Pero sobre todo recuerdo cómo íbamos toda la familia desde casa hacia la Catedral. Cómo montábamos las rampas cuando llegábamos (hoy las monta el personal de mantenimiento de la propia Catedral), sobre todo tengo el recuerdo de su montaje en la Puerta de Santa Catalina, en los años en los que la Puerta del Perdón estaba cerrada por obras. Recuerdo cómo la familia nos esperaba a la salida de la Catedral, una vez recogida la procesión, a excepción de mi abuela Trini a la que, por conocerla todo el personal de la Catedral, la dejaban pasar con nosotros.

Son tanto recuerdos y tantos años los vinculados a este día, que además de ser el del Cuerpo y Sangre de Cristo, es uno de los días que desde siempre he vivido con más felicidad. El año que mi abuelo me permitió entrar en la cuadrilla, aquel año entramos mi primo Carlos Cañete Saéz y yo, me sentí un hombre, aunque tan sólo tenía 14 años; y curiosamente el año que me estrené por fuera con él me sentí a su lado un niño, aunque ya había cumplido los 18.

P: Este año cumples veinte dirigiendo, muchos de ellos a las órdenes de tu abuelo, la Custodia de Arfe ¿Cómo te sientes?

Como ya he dicho me uní a la cuadrilla con 14 años. Al año siguiente salí por fuera, pero volví a entrar durante dos más para cubrir algunos huecos. Desde los 18 (este año cumplo por tanto 20 años ininterrumpidos, 21 en total) he ido siempre al lado de mi abuelo. El primer año no mandé, limitándome a ir mirando todo lo que acontecía delante de mí. Creo que fue el segundo o tercer año en el que avisó por primera vez de que llamaría yo, pasado el conservatorio de música. Lo llevé hasta Santa Victoria. Y así poco a poco cada año un poco más hasta los años en los que él prácticamente no mandaba, por su enfermedad; aunque siempre hizo la salida y la entrada, por muy mal que se encontrara.

En 2012, unos meses antes de fallecer, ya no pudo acompañarnos, aunque como buen capataz que era me preguntó como hice cada giro cuando regresé a casa. Su responsabilidad por el trabajo y el buen hacer era infinita, dándome consejos para la salida que ese mismo año se hizo el sábado siguiente al Corpus, con motivo de un congreso eucarístico, alrededor de la Catedral. Aún sin poder salir, él era el capataz y así se sintió, y lo sentí yo, hasta su fallecimiento.

En 2013 fue el primer año que salí como capataz de la Custodia de Arfe. Su ausencia es muy grande, pues adicionalmente al factor familiar que nos unía él fue el capataz del paso de la Custodia desde el fallecimiento de su padre en 1974, casi 40 años. Al haber sido el itinerario prácticamente el mismo durante estos años, con la modificación de la calle de la Feria, el año que subimos hasta San Hipólito o aquel otro en el fuimos a la plaza del Potro, continuamente me acuerdo de alguna corrección que me hiciera, algún consejo que me diera o incluso alguna pequeña “bronca” de cuando no hacía las cosas como él me había dicho. Cuando se quiere a alguien tanto se echa en falta hasta esas “broncas”.

Es tal vez el día más especial del año por la concurrencia de todos estos aspectos.

Blas Jesús Muñoz


Fotografías cedidas por David Pinto Sáez
Fotografía Antonio Losada
Fuente Fotográfica 
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