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miércoles, 16 de julio de 2014

Las dolorosas sevillanas a la luz de la Psicología


Ana es creyente, pero se declara no muy capillita. Tanto mejor para el objetivo de este reportaje, porque lo que nos interesa es su experiencia. Su trabajo durante años junto a las personas que pierden a un ser querido: el acompañamiento para que puedan elaborar e integrar en su vida lo que se conoce como "el duelo". "Duelo" viene de dolor y es un concepto complejo. Se modula y se construye en relación con el entorno cultural, social, afectivo, y del carácter de la pérdida. Por un momento nos ponemos en situación, en año 30 de nuestra era… "Desde luego tiene que ver el tipo de muerte. La de Jesús fue una muerte violenta, que la Virgen contempló, y según el Evangelio el vínculo entre ambos era muy fuerte, por lo que se podría imaginar que esa muerte sería tremendamente dolorosa". "Se entiende que como madre podría adelantarse al futuro de tu hijo, porque Jesucristo ya había sido perseguido e incluso amenazado. Suena como una muerte anunciada". Pero hasta ahí el ejercicio de meterse en el papel. Ahora toca acercarnos a la representación de la Semana Santa que ha construido Sevilla, pero a través de la experiencia diaria de Ana.

El trabajo de nuestra psicóloga se desarrolla en relación a muertes perinatales: mujeres que han dado a luz a su hijo muerto o cuyo hijo ha fallecido poco después de nacer. También ha trabajado con madres de hijos que se han quitado la vida. En cualquier caso, la noticia provoca un estado de shock emocional fuerte. Incluso cuando la muerte se deba a un estado terminal en el que poco a poco el doliente ha podido prefigurar el fatal desenlace.

El duelo de madres es complejo y Ana nos hace caer en una circunstancia inadvertida: no existe terminología que lo nombre. "Si pierdes a tu esposa eres viudo; si pierdes a tu padre, eres huérfano. Son diferentes términos que engloban la pérdida, pero en el caso de los padres que pierden a un hijo no existe término". Es la confirmación de que hasta para el lenguaje esta muerte es antinatural. Uno puede estar preparado para perder a sus padres, pero para perder un hijo no hay un término. "Será por eso que es mejor no nombrarla. Es una de las más dolorosas, porque no es ley de vida".

Por eso en el caso de la muerte de un hijo, una madre nunca se sobrepone. "Los duelos no se superan, sino que se elaboran. ¿Para qué hacer planes de futuro ahora, cuando el futuro estaba proyectado de alguna manera en el hijo? Por eso la última etapa de los duelos es de reorganización de la propia vida. Cuando el vínculo se rompe de golpe no hay nada que lo sustituya".

El shock emocional

Pasamos las fotos de las dolorosas en la tablet. Llegamos a la Virgen de la Concepción del Silencio. La dolorosa de Sebastian Santos, con su frontalidad, su mirada perdida, la lividez del rostro… nos remite a esta primera etapa del duelo. "Los primeros momentos son de choque, de aturdimiento. No reaccionas. Sobrepasa tanto la noticia que no eres capaz de reaccionar. Esto no me está pasando a mí". En realidad, a un nivel biológico, es una reacción de defensa: una manera que tiene el cerebro de permitirse asimilar noticias desagradables poco a poco.. "Estamos diseñados para eso. Cuando te quedas en estado de aturdimiento, quizá seas capaz de tomar decisiones duras, como por ejemplo responder a una petición para que al cadáver se le practique la autopsia, o decidir donar los órganos, elegir una lápida o preparar cualquier tipo de documentacion". De lo contrario el desbordamiento sería absoluto.

El paso del duelo representa el pésame de los apóstoles. El paso de la Amargura, representa el consuelo de San Juan a la Virgen. En ellos se reproducen gestos característicos e inconfundibles que han suscitado algunas de las páginas más brillantes de la literatura cofradiera. Y eso responde a la verosimilitud de la escena. La Virgen desvía la mirada, parece que no quiere escuchar, consciente de que ninguna palabra servirá de alivio. "Eso es porque el duelo es un proceso de aflicción culturalmente aceptado", afirma nuestra psicóloga. "En esos momentos se puede permitir a la doliente que hable mal, que no responda o que no preste atención. Se le puede permitir un llanto excesivo o que salga corriendo". Se acepta cualquier gesto, incluso de desdén. A veces lo mejor que se puede hacer es estar al lado de la persona que está sufriendo y permitirle llorar.

El llanto

La Virgen del Valle. La Virgen de la Estrella. Las Lágrimas. Momento de angustia. Boca abierta para tomar aire. El llanto cura, al menos en las primeras etapas. "No te devuelve a tu ser querido, pero alivia el sufrimiento". Es un comportamiento innato. Hay muchas teorías que hablan de la funcionalidad del llanto y parece que desde pequeño se emplea para restablecer la pérdida. Hay experimentos como el de la madre que desaparece cuando llega un desconocido. El niño llora para que la madre vuelva. Desde entonces funciona así. Uno llora para restaurar el vínculo, pero aunque no sea efectivo, permite que se segreguen determinadas hormonas. Entre ellas están las serotoninas, que provocan cierto estado de relajación. "Otra cosa es que el llanto sobrepase el tiempo considerado como aceptable. Ahí empiezan los problemas". Pero eso es otro asunto, porque cada uno elabora la pérdida como quiere y como puede.


El llanto no tiene porque ser el exponente inequívoco del dolor más agudo. Ese dolor profundo puede mostrarse indistintamente como llanto desconsolado, pero también desde el recogimiento. Puede derivar en un comportamiento rumiatorio: "rumiar el dolor", encerrarse para no enfrentarse al mundo, porque hasta la luz duele. "Pueden aparecer signos de ansiedad. Despersonalización. El aturdimiento, el choque agudo de dolor, estados de ansiedad, e incluso alucinaciones: puedes ver al ser querido...".

La entereza

Mirando a la fotografía de la Virgen de la Victoria destacamos su gesto el dolor interior, el llanto contenido. Debe ser eso que algunos a veces llaman "entereza". "Tendemos a atribuir al doliente lo que debería hacer. Pensamos que una madre que pierde a su hijo debería mostrarse de una determinada manera... cuando eso en realidad depende de muchas cosas, entre otras de tu formación, de tu educación. A veces las personas quieren expresarlo en soledad". Nunca mejor dicho: la procesión va por dentro.

En este proceso la convicción religiosa ayuda. Hay veces que se pierden los vínculos y el doliente intenta culpar a Dios, porque el mundo que creía seguro se derrumba. Surge de forma espontánea atribuir un sentido a la pérdida. Y también identificarte con quienes han tenido una pérdida similar. Entonces en la contemplación de una imagen dolorosa puede existir una identificación, y en ella, la cercanía, la comprensión. Prueba de ello es que no son pocos los creyentes que encuentran cifrado en el rostro de la Macarena, un motivo para la Esperanza.

"Los imagineros también somos actores. Interpretamos en la madera"

Así es el método que utiliza para llevar la psicología a lo material el reconocido imaginero Darío Fernández Parra: meterse en el papel del representado, imaginar el dolor no sólo físico sino también psicológico. Darío reconoce que la morfología de sus dolorosas depende en gran medida de la petición que realicen las hermandades: pueden pedirle un rostro hermoso y un dolor más atenuado, más dulce como la Esperanza de la Trinidad o un dolor más intenso, como el de la Estrella. También depende del origen. "En Castilla rara vez te piden una dolorosa donde prime la belleza, y en Andalucía hay más variedad". Desde la época de Trento por indicación de la Iglesia los artistas fueron rechazando la representación de la Virgen rota de dolor, o desmayada: el pasmo. Darío es heredero de esa tradición: "Es una imagen sagrada y la divinidad debe aparecer. El dolor debe estar idealizado".





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