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lunes, 15 de septiembre de 2014

La Saeta sube al Cielo: El Cristo de Castellar


Esta semana me gustaría compartir con ustedes y dar a descubrir una peculiar fiesta que tuve el honor de vivir este fin de semana pasado. Se trata de los cultos y celebraciones hacia el Santísimo Cristo de la Misericordia de Castellar de Santiago (Ciudad Real).

Al ser un pueblo vecino al mío, siempre había escuchado hablar de lo grandes que son las fiestas del Cristo de Castellar, pero por un motivo u otro nunca tuve la oportunidad de asistir. Hasta este año, que gracias a la invitación de un buen amigo castelareño pude presenciar la peculiar forma de manifestar la devoción que le profesan los habitantes de este pueblo manchego hacia su patrón.

Cuando me llamó mi amigo para concretar la visita, me advirtió: “no vengas más tarde de las 20.00 horas, si ves que no llegas para esa hora no vengas entonces”.

La verdad que me resultó bastante extraño tanto ímpetu en que no llegara más tarde de la hora acordada, pensé que si me demoraba lo único que podía suceder era que me perdiera la salida del Cristo de su templo para la procesión. Craso error por mi parte pensar aquello…


Tuve la suerte de que se viniera una amiga también, la cual también se extrañaba muchísimo de la advertencia de nuestro amigo. Pero al llegar a aquel pueblo sobre las faldas de Sierra Morena lo entendimos perfectamente.

Según nos íbamos adentrando por sus calles veíamos hogueras preparadas sin prender de considerable tamaño en cada puerta de las casas, se escuchaba algún petardo lejano o el típico cohete anunciador de la importancia del día que se está viviendo, pero nada más allá fuera de lo común. 

De repente una llamada telefónica, nuestro amigo realmente preocupado quería saber por qué motivo no habíamos llegado todavía a su casa cuando eran ya las 20.30 horas. Todavía me estoy arrepintiendo de los comentarios jocosos sobre lo exagerado que era, pero la fama que tienen los castelareños de brutos (con todo el cariño del mundo) bien merecida la tienen.

No transcurrió ni un minuto desde la última vez que nos llamó nuestro amigo para saber por dónde estábamos, cuando entre risas provocadas por la situación de repente empiezan a salir a las puertas de las casas adultos de todas las edades “escopeta en mano”.

En cuestión de segundos nos vimos rodeadas de un infinito tiroteo al cielo y una lluvia de cartuchos por todas las calles del pueblo, y asustadas salimos corriendo en busca de la casa a la que íbamos. Pero eso también tuvo sus consecuencias. Cuando pensábamos que lo grave del asunto eran las escopetas, en un momento nos vimos perseguidas por cohetes rastreros y metiéndonos en laberintos de fuego provisionales creados por las hogueras. Con la evidencia de las advertencias de nuestro amigo, aquello era una auténtica locura.


Gracias a Dios que nos encontró por la calle y nos guió hacia su casa (bajo una lluvia de fuego) y una vez allí pudimos disfrutar, de una forma más segura y familiar, de una velada increíble. 

Es realmente grandioso ver a una familia entera disfrutando de la compañía de los suyos, y echando de menos a los que no están, gracias a la fe, a la devoción hacia su patrón. Es maravilloso que algo así tenga esa fuerza de unión y de alegría.

Personalmente me quedé maravillada de ese día, recomiendo a todo aquél que pueda el año que viene que visite este pueblito manchego en este día. Muchas veces nos obcecamos con las celebraciones más famosas o más conocidas de nuestra tierra y no somos capaces de ver que más allá hay muchísimos cultos preciosos por descubrir. 

Y para mí, sinceramente, ha sido el descubrimiento de este año. Por supuestísimo no cabe decir que, si se me ofrece la oportunidad de repetir más años, lo haré.

Estela García Núñez










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