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domingo, 29 de marzo de 2015

Cruz Parroquial: Se apresura su Pasión


Amanece un día precioso, lleno de luz y color, una jornada donde las calles de nuestra ciudad se llenan de algarabía, inocencia, dulzura y un entusiasmo inusitado y, apresuradamente, vamos al encuentro del Señor en su Entrada Triunfal en Jerusalén; acompañándolo con ramas de olivo y palmas en nuestras manos, blandiéndolas al viento y elevando cantos de victoria y aclamaciones de gratitud.

Hoy, se actualiza en nosotros este acontecimiento que el Pueblo de Dios esperaba desde tiempo inmemorial. Jesucristo sigue siendo “el que viene en nombre del Señor para hacernos entrar con él en la Jerusalén celestial”. Escucharemos, anticipadamente, el drama de la pasión y muerte del Señor que nos prepara para comprender que este Señor que hoy entra triunfalmente y que nació en la pobreza de un portal, es el que entrega la vida para nuestra salvación: librarnos de la muerte y de la infelicidad del pecado.

Nos disponemos a vivir una Semana para la que nos hemos ido preparando intensamente durante la Cuaresma. Hemos tenido la oportunidad de retirarnos al desierto, y en este lugar de provisionalidad, sequedad, aridez y silencio, encontrarnos con nosotros mismos, descubrir nuestra iniquidad y la fuente de nuestras propias debilidades; un tiempo para ejercitarnos en la virtud de la humildad, aprendiendo que nosotros, por nosotros mismos, no nos valemos, y que las seguridades mundanas no dan la felicidad plena que ansiamos desde lo profundo de nuestra alma, que es la aspiración que llevamos inscrita desde nuestro bautismo; una senda que debemos haber recorrido para operar en nuestras vidas una auténtica catarsis, la conversión de nuestra vida: dar la espalda al pecado y vivir una existencia de seguimiento y anonadamiento a ejemplo del Maestro. 

Me entristece, siendo cristiano y cofrade, observar desde la distancia -y en esto reconozco no haber alzado la voz-, cómo desde los diversos ambientes cofrades hemos puesto el acento más en lo externo –lúdico-cultural- que en el cuidado y esmero en vivir la Cuaresma como un tiempo de recogimiento, piedad, silencio, devoción. A través de los distintos medios de comunicación e información, los llamados “serios”, los menos serios, los blogs, las redes sociales…, hemos vuelto a caer, unos más que otros, en los mismos pecados de siempre, desdibujando la grandeza, naturaleza, sentido y alcance de las Hermandades y Cofradías. Quizás, para mí, lo más doloroso es la falta de caridad puesta de manifiesto en artículos y opiniones, muchas de ellas desde el escandaloso anonimato que de por sí apesta, porque aquel que no firma no sólo no se responsabiliza de su opinión, sino también, que el hecho de esconderse tras un seudónimo oculta la determinación de destruir más que de aportar su grano de arena a edificar una verdadera comunidad presidida por el amor.

No seré yo quien diga que los medios tradicionales y la oportunidad que nos ofrecen las nuevas tecnologías no informen de forma veraz. Para eso están. Y es su responsabilidad y el extraordinario servicio que hacen a la sociedad y también a la Iglesia. No obstante, no se pueden dejar llevar por la murmuración, la noticia no contrastada, la inexistente valoración equilibrada y justa, es decir, su tarea es hacer aflorar la verdad sin faltar a la caridad. Es demente que estos medios, más bien las personas que escriben, estén al servicio de luchas de poderes que quieren fracturar una hermandad y cofradía, o atacar a personas antes de darle siquiera el beneficio de la duda, afear y vilipendiar a aquellos cofrades que con su mejor intención y devoción a sus titulares preparan o exornan un altar de cultos o los pasos que van a procesionar. Y lo terrible, cruel y dramático, es difamar y calumniar a los que no piensan como tú, o simplemente entienden, que se puede vivir y trabajar en una Cofradía de una determinada forma, porque que yo sepa, no existe un manual. El único manual que debería existir es el Evangelio.

Quizás os sorprenda a todos este artículo ya inmersos en la Semana Santa, pero lo hago porque vivo en el convencimiento de que aún estamos a tiempo de cambiar y transformar nuestra vida, y hacernos a Cristo en todo, de modo especial en la imagen que nos muestra de servicio, compasión, misericordia y entrega de la vida por todos. “Ea pues, corramos a una con quien se apresura a su pasión, e imitemos a quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo a su paso ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos con la disposición más humillada de que seamos capaces y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que nunca puede ser totalmente captado por nosotros. Alégrate, pues, porque se ha presentado mansamente y porque el que es manso asciende sobre el ocaso de nuestra íntima vileza para venir hasta nosotros de modo que pueda, por su parte, llevarnos hasta la familiaridad con él”. (San Andrés Cretense)


José Juan  Jiménez Güeto










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