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lunes, 30 de marzo de 2015

Enfoque: Cómo rebajar la Semana Santa a su peor escalón


Blas Jesús Muñoz. Uno tiene sus manías y, una de ellas, consiste en denunciar aquello que no le parece lícito. Habrá quien opine que son demasiadas cosas y, sin embargo, resulta que son demasiados actos contra natura los que se vienen produciendo en detrimento de las cofradías, convirtiéndolas en un acto menor.


Mientras escribo este artículo, les confieso que veo en televisión (en redifusión) la salida de la Estrella de Triana. no puede uno evitar recordar a Antonio Núñez de Herrera. Tal vez, es imposible para mí no sentirme identificado con él en el sentido mismo de la antítesis complementaria de amar las cofradías por encima de todas las cosas.

No obstante, ese amor no es incompatible con las ideas de las que uno decidió dotarse, una tarde lejana, cuando comprobó decididamente que el mundo va más allá de cuanto nos contaron entre mentiras y medias verdades.

En estos días, en que para hablar de las bonanzas de la Semana Santa hay que ponderar sus virtudes económicas, el paladar se queda con el asco amargo de lo impropio. Porque la devoción, la fe y la creencia son valores tan sublimes que no necesitan de dinero que los justifiquen.

Como tampoco necesitan de campañas de marketing para venderla o que otros se aprovechen y pongan un nazareno en un supermercado para que el cofrade compre, o Dios sabe qué. Ni que alguien preste una túnica para que se confunda con longanizas u ofertas de tres por dos o la segunda unidad a mitad de precio.

Esas ni es mi Semana Santa ni la quiero ni me identifica. Espero que tampoco sea la suya y disfruten estos días de lo que, otros, ni siquiera han llegado a enterarse.








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